1958: EL AMABLE SECUESTRO DE JUAN MANUEL FANGIO EN LA HABANA

Fue el 23 de febrero de 1958. Se produjo en el hall del céntrico Hotel Lincoln, en la calle Virtudes 164, esquina a Galiano (Avda. de Italia), de La Habana (a cuatro cuadras del Malecón, a cinco del Paseo del Prado y a siete del Capitolio), en el que Fangio se alojaba en la habitación 810, que hoy se conserva como Museo, desde que llegara a la capital de Cuba el viernes 21. Allí estaba cuando un militante del Movimiento 26 de Julio interrumpió la conversación que el quíntuple campeón mundial mantenía con sus mecánicos y allegados sobre cuestiones relacionadas con el automóvil que pilotearía y otras circunstancias de su participación en el II Gran Premio de Cuba, que se realizaría el día siguiente, 24 de febrero, en el Circuito capitalino del Malecón.

Con una pistola semiautomática calibre .45, el revolucionario del M-26-J hizo que lo siguiera hasta la calle, donde los esperaba un automóvil.

Así narraba el hecho y sus circunstancias la prestigiosa revista BOHEMIA, de La Habana, en su edición de 2 de marzo de 1958, (año 50, nº 9), págs. 70 a 76 y 94/95:

 

"Aquella parecía una noche como todas las demás. Los habaneros se sentían aliviados porque el frío, recientemente intenso como pocos, empezaba a ceder, y porque no se reportaban, desde hacía algunas horas, actos de sabotaje alarmantes, por lo menos en la capital.

Un hecho importante absorbía la preocupación de las autoridades y de innumerables fanáticos del automovilismo: la carrera por el II Gran Premio de Cuba, en que la atracción principal la constituía el celebérrimo as del volante Juan Manuel Fango

De improviso empezaron a oírse llamadas telefónicas en las agencias cablegráficas y en la redacción de ‘El Crisol’.

—Habla el 26 de Julio... Tenemos secuestrado a Fangio... No se alarmen, no hay peligro para su persona Seguiremos informando… De modo imprevisto, los sensacionales acontecimientos de la política cubana se cruzaban con el azar de una competencia rodada. La expectación de millares de personas, prendida a la carrera que debía realizarse ese día, se desviaba emotivamente hacia la incierta suerte del corredor argentino sustraído espectacularmente, horas antes de un evento internacional de su profesión

Superadas las dudas iniciales - muchos creyeron que el anuncio era broma -, se hizo evidente que la carrera de La Habana tendría lugar con ausencia forzosa de Juan Manuel Fangio, lo que asestaba un serio golpe al espectáculo oficial. Entretanto, en ondas concéntricas, la ciudad, la Isla y el mundo pusieron la noticia en el centro de su atención

Según la versión más aceptada, el plagio se efectuó con perfecta eficacia y economía de medies. Personas que lo presenciaron dieron a la prensa una descripción de los hechos.



El domingo, por la noche, a las 8:45, Juan Manuel Fangio se hallaba conversando en el lobby del hotel Lincoln con el sobrino del administrador y sus compañeros corredores Alejandro D'Tomasso, Roberto Mieres, Stirling Moss, Gregory, Shelby y otras personas. El lugar se hallaba muy concurrido a dicha hora. De ahí que nadie pusiera interés en los jóvenes - ¿Dos, tres? no se sabía con precisión - que llegaron de fuera y se distribuyeron metódicamente para cumplir su secreta tarea.

El principal de ellos, alto, de fuerte complexión, no lejos de los veinte años, correctamente vestido, se acercó al grupo en que se hallaba el campeón.

- ¿Es usted Fangio? - interrogó

La respuesta afirmativa fue seguida de un movimiento inesperado, que trastornó toda la escena El desconocido extrajo una pistola calibre 45, apuntó serenamente, como si se tratara de un juguete, y conminó:

Tiene que venir conmigo.... Soy del Movimiento 26 de Julio y nada le pasará....

Un círculo de rostros estupefactos rodeaba el imprevisto diálogo. El argentino, sin perder su flema habitual, miró a los ojos de su interlocutor y contestó:

No tengo que ir con usted a ninguna parte. ¿Qué quiere?

Pero el arma era más elocuente que las palabras:

No complique el asunto... Vamos caminando, que nada le pasará.

D'Tomasso, instintivamente, hizo ademán de empuñar una caja que había en la carpeta cercana. El asaltante captó el gesto y apuntó en dirección a él:

Cuidado... Haré fuego si se vuelve a mover....

D’Tomasso se inmovilizó prudentemente.

—Estoy convencido de que ese hombre estaba decidido a todo, relataba más tarde el amigo de Fangio. Cuando Moss se movió un poco, nos reiteró con tono amenazador: ‘¡Otro movimiento y los mato!’

Por su parte, el volante inglés Moss declaró que todos quedaron paralizados y perplejos ante la audacia del secuestrador:

—Todo ocurrió muy rápidamente y nada pudimos hacer. No menos de tres pistolas nos apuntaron durante los dos o tres minutos que duró el asalto.

Y el apoderado de JMF, Marcelo Giambertone:

—Poco antes, mientras se aseaba en la habitación número 810 que le asignaron en el hotel, Fangio comentó conmigo la perspectiva de la carrera. ‘Creo que vamos a dar una bonita demostración. Estoy seguro que ganaré’, me dijo. Luego bajamos a comer y nos separamos en el vestíbulo. Juan Manuel fue interceptado por algunos compañeros y se quedó conversando con ellos sobre el evento.

Con cierto nerviosismo, agregó:

—Al cabo de un rato, entró el hombre de la chaqueta de cuero. Y creo que el menos nervioso de todos era Juan Manuel. Él siempre ha dado muestras de tener nervios de acero. Hasta sonrió cuando lo encañonaron con la pistola y respondió con firmeza a su secuestrador.

La escena continuó: encañonado por la espalda, con suavidad y presteza, Fangio salió del hotel con el militante del M-26 7. Los espectadores los vieron alejarse por la calle Virtudes. Detrás quedaron, cubriendo la retirada, ojo avizor y el puño en la pistola, otros cómplices. Muchos no pudieron darse cuenta, en los primeros instantes, de lo sucedido.

Apenas desaparecieron Fangio y sus aprehensores —luego de un cauteloso medio minuto— los compañeros del primero salieron, gritando:

— ¡Han secuestrado al campeón!

Por la calle, un jeep se alejaba sin prisa. Todo estaba tranquilo.

Acababa de cumplirse, en el espacio de breves minutos, uno de los más impresionantes secuestros del siglo.

Mientras las autoridades se movilizaban tardíamente, dando palos de ciego, y el desconcierto se extendía por los círculos deportivos y la representación diplomática de la república rioplatense, los seguidores del caudillo de la Sierra Maestra continuaban noticiando por teléfono a las emisoras y redacciones de los periódicos, según avanzaba el lunes 24, la situación de Fangio.

-Habla el 26 de Julio… Fangio se encuentra perfectamente... Lo devolveremos oportunamente...

Transcurrían las horas, en plena incertidumbre, y la notificación cambiaba:

—Lo pondremos en libertad a las….

Un bromista comunicó a los cuerpos policiales que JMF se encontraba en la Calzada de Luyanó y Guanabacoa y hacia allá partieron carros perseguidores, motocicletas, automóviles del SIM, todo un enjambre de agentes del orden. El campeón, desde luego, no se hallaba en el sitio indicado.

La carrera por el II Gran Premio de Cuba, considerablemente disminuida en importancia por el vacío que dejaba su principal protagonista, fue desarrollándose; pero la mitad de la atención de todos estaba centrada en la incógnita del plagio. Las especulaciones se multiplicaban sobre las distintas posibilidades en torno a la suerte de Fangio. ¿Sería dejado pronto en libertad? ¿Correría peligro?

Para muchos resultó indudable que, aparte del interés de frustrar la competencia como suceso patrocinado por las autoridades marxistas, existía un primordial propósito de propaganda. Y no cabía negar que, después de sus actividades en la cordillera oriental, el golpe más sonado del Movimiento 26 de Julio había sido el secuestro del famoso volante.

Los personeros del gobierno de Batista, que a la sazón se hallaban enfrascados en la tarea de desmentir una vez más al ‘New York Times’, tuvieron que encarar una situación infrecuente y desconcertante. Era un nuevo ataque a su eficacia como guardadores del orden nacional.

Acaso por ello se anunció que el propio general-presidente y el jefe del Estado Mayor Conjunto asumían la dirección de las investigaciones. En efecto, en escasas horas, más de mil miembros de los diversos institutos de seguridad se hallaban actuando, visitaban residencias de supuestos sospechosos, seguían la pista de elementos insurreccionales, confrontaban fichas e interrogaban a naturales y extranjeros.

Las salidas de la capital y los aeropuertos fueron tomados. Una legión de ciudadanos cayó bajo ‘retención’ y se vio envuelta en indagaciones de todo tipo. A los testigos del secuestro les fueron mostradas fotografías del copioso archivo policial en materia de detenidos políticos. Pero todas las diligencias desembocaban en un callejón sin salida.

Una nube de agentes del SIM (Servicio de Inteligencia Militar), bajo órdenes directas del teniente coronel Irenaldo García Báez, se desplegó por la ciudad y sus alrededores. Carros patrulleros de dicho departamento militar cubrían puntos estratégicos de la urbe. Los registros se ampliaron hasta fincas cercanas a La Habana. Pero Fangio parecía volatilizado.

No era motivo de asombro que las autoridades isleñas vertieran ácido sobre lo sucedido. El general Roberto Fernández Miranda, director de Deportes, declaró:

—Nunca nos imaginamos que el deporte y la sincera emoción de nuestro pueblo por las carreras de automóviles sirvieran a manos criminales para intentar una publicidad negativa a su costa, abusando de la bien conocida hospitalidad del pueblo cubano.

La opinión automovilística mundial se conmovió intensamente. En Suecia, Alemania, Francia. Suiza. España, Italia e Inglaterra - y nada se diga en la Argentina - el acontecimiento cobró perfiles de preferencia, desplazando de los titulares de la prensa a la noticia política local e internacional. Todos coincidieron en la interpretación política, revelando estar al tanto de la difícil crisis cubana: - Supongo que no le harán daño a Fangio, comentó Sten Hagardt. Director del Real Automobile Sueco. Supongo que los secuestradores fueron movidos por causas políticas.

-Es una mera demostración contra el gobierno cubano, afirmó en Bonn Alfred Neubauer, íntimo amigo del campeón desaparecido y primer promotor de carreras en Alemania.

‘France-Soir’ publicaba fotografías paralelas, a seis columnas, de Fangio y Fidel Castro, añadiendo el siguiente título: ‘Volante Fangio secuestrado por rebeldes enmascarados’.

En Londres, los vespertinos del lunes relegaron a segundo lugar las noticias sobre la enfermedad del ex primer ministro Winston Churchill.

La prensa internacional divulgaba anécdotas de consumado interés. Según la Prensa Unida, cierta dama norteamericana, aficionada a las carreras, comentó:

—Es terrible. Creo que Fidel Castro ha perdido muchos amigos. Es como si los comunistas de mi país secuestraran a Mike Mantle en vísperas de la Serie Mundial

En cambio, un acompañante de ella discrepó:

—Estupendo. Castro no podía haber hecho algo mejor para dramatizar su oposición al gobierno de Batista y ganar publicidad. Lo que ha hecho es fantástico.

A través de las radioemisoras y estaciones de televisión se lanzaron emotivos llamamientos a los secuestradores.

En un programa de CMQ-TV (el canal de Goar Mestre), el animador Cepero Brito tuvo que interrumpirlo para dar paso a la sentida apelación de Gianbertone, apoderado del campeón. Decía:

—Me dirijo al Jefe del Movimiento 26 de Julio para pedirle, en nombre del deporte y de todos los amigos de Juan Manuel Fangio, que nos dé noticias de nuestro querido campeón y precisar claramente dónde y cómo podemos ponernos en contacto con ustedes. Pensamos que los motivos que los han llevado al secuestro están relacionados con el II Gran Premio de Cuba, y habiendo terminado las carreras, creo que esos motivos ya no existen.

Continuaba

—A las ocho de esta mañana, a las dos de la tarde y a las siete de esta noche, la esposa de Juan Manuel Fangio, llorando al teléfono, me ha pedido que le avisara a Buenos Aires alguna nueva sobre Juan Manuel... Yo invito, y digo una vez más, con gran sentimiento, al Jefe del Movimiento 26 de Julio, que en su nombre se presentó el raptor de Fangio, que dé la noticia a la madre y al padre de éste, que tienen más de ochenta años, y a su esposa y su hijo.

La apelación concluía:

—En nombre del sentimiento humano, que no está limitado por ninguna frontera, estoy seguro que el Jefe del Movimiento 26 de Julio responderá a ese sentido llamamiento.

La súplica se repetía de tiempo en tiempo. A estas alturas - era la noche del lunes - la preocupación de los amigos y compañeros del campeón subía de punto. Sabían que en la Argentina, los familiares del volante se consumían en la espera. El cable trasmitía la angustia de su esposa, Andrea Berrua de Fangio, residente en Buenos Aires y de sus padres. Loreto y Herminio Fangio, vecinos de Balcarce, a unos 415 kms. al sur de la ciudad capital de Buenos Aires.

Oscar ‘Cacho’ Fangio, hijo del campeón, mostraba la confianza de la juventud:

—Creo que los rebeldes cubanos dejarán pronto libre a mi padre.

Los periodistas, con parejo celo que el de los agentes policíacos, se lanzaron a la búsqueda de una pista. Los canales clandestinos de información empezaron a funcionar. En las redacciones sonaban las llamadas telefónicas aportando datos. El propio martes por la mañana circulaban hojas mimeografiadas con informes sobre el secuestro.

Uniendo cabos sueltos, zurciendo una y otra versión, la Sección ‘EN CUBA’ se dio a la tarea de reconstruir el espectacular suceso, procurando penetrar en su trasfondo. Informantes anónimos dejaron su huella en esta versión de lo que acaeció a partir del momento en que Juan Manuel Fangio desapareció en la oscuridad de la calle Virtudes.

Era un vehículo más en el intenso tráfago habanero. Empero, ninguno de los transeúntes que cedió el paso a aquel jeep color oscuro podía suponer que habían captado un detalle fugaz del sensacional secuestro. En el asiento posterior, flanqueado por dos de sus plagiarios, Fangio esperaba el curso de los acaecimientos.

La pistola que se apoyaba en su costado disminuyó la presión. Una voz, hasta entonces imperativa y seca, se hizo amable:

—Lo sentimos mucho... Ya le explicaremos.

En dirección contraria avanzaba una perseguidora. Sus tripulantes se cruzaron con el jeep sin prestarle atención. Era demasiado pronto aún para que se hubiera dado la alarma.

—Mire, Fangio, es posible que se produzca un encuentro con la Policía. Si empiezan los tiros, échese en el piso enseguida. ..

Para el campeón mundial de automovilismo, las usuales balaceras del escenario criollo no representaban una novedad. Un año atrás, invitado de honor de la Dirección de Deportes, asistió al epílogo violento de la pelea entre ‘Puppy’ García y Ciro Moracén Tal vez evocó aquella experiencia. Más, no hubo tropiezos.

El carro amenguó la marcha y luego se detuvo. Era, dicho en términos de nomenclatura bélica, ‘algún lugar de La Habana’. El jefe del grupo tocó a una puerta, que se abrió prestamente, como si alguien hubiera estado pendiente de la llamada. El argentino, a una invitación, fue el primero en penetrar.

Era la sala típica de una residencia de familia de la clase media.

Un televisor, un sofá, anchos butacones, varios objetos decorativos... Una mujer les recibía con expresión risueña. A su lado, dos niños contemplaban con ojos de admiración al héroe de las pistas. Nada sugería una situación anormal.

—Juan Manuel Fangio… Mi esposa y mis hijos…

Hubo un cambio de saludos. En el ‘Chueco’, hecho a la aventura y al peligro, la curiosidad primaba sobre cualquier otro sentimiento. Llevaba pocos días en la Isla, pero eran suficientes para comprender que su persona cobraba un valor excepcional como pieza de propaganda política en el acaecer cubano.

Como a un huésped distinguido le mostraron su habitación. De vuelta a la sala, la presencia de los otros dos fidelistas, con pavorosas ametralladoras reposando sobre las piernas, ponía una nota de violencia innecesaria. El propietario de la casa impartió una orden.

—Vayan para su cuarto. Aquí no hacen falta...

Se retiraron inmediatamente. Fangio no volvió a verlos. Seguidamente se animó la charla, como si se tratara de viejos conocidos. El líder insurgente hablaba del 26 de Julio, de la lucha en la Sierra Maestra. J.M. Fangio escuchaba y a veces formulaba una pregunta. Su vida y su horizonte eran los autos y la velocidad. No comprendía las complejidades de la política.

Había otros a quienes tampoco importaban las cuestiones públicas. Los muchachos se insertaban en la charla. Querían que Fangio les hablara de su poderoso Masseratti, de sus gloriosas jornadas en las grandes pistas del mundo. El argentino se mostró gentil. Firmó autógrafos.

A las doce de la noche del domingo 23 hubo una llamada telefónica a BOHEMIA. El 26 de Julio quería reportar la situación de Fangio hasta ese momento. El popular driver había estado mirando las pantallas de la televisión. A las once expresó sus deseos de retirarse a descansar.

-¿Desea comer algo antes? —le preguntaron.

Y J.M. Fangio aceptando:

—Hoy no había comido. Siempre la víspera de una carrera me limito a tomar jugos… Pero como ya no voy a correr mañana...

Le sirvieron jamón y queso. Declinó el ofrecimiento de un sedante, asegurando que se sentía perfectamente bien. Según el boletín telefónico del M-26-7 (Movimiento 26 de Julio), el campeón dormía apaciblemente, como si se encontrara en su habitación del Lincoln.

El lunes anterior, Fangio despertó temprano y desayunó con apetito. En tanto que las investigaciones y los registros se extendían por la capital y sus barrios, el secuestrado, junto a la radio, escuchaba los noticiarios que daban cuenta del suceso. La ocasión le sirvió para documentarse sobre la realidad cubana. Asistió a una sucesión dramática de noticias.

 

Los reporteros, siguiendo el rastro del as internacional, intercambiaron sus datos y referencias. Se comentó que el embajador de la Argentina había recibido una llamada tranquilizadora. Según se decía, el responsable del 26 de Julio en La Habana había ofrecido sus explicaciones personales a Fangio. Las versiones identificaban al dirigente rebelde como el médico Faustino Pérez.

 

—No se trata de nada personal contra usted, le expresó. Es que nosotros considerábamos indispensable para nuestra causa hacer fracasar las carreras y sabíamos que sin su presencia éstas no tendrán lucimiento… Usted es la atracción principal.

Fangio declinó seguir las peripecias de la competencia a través de la radio. Su espíritu intrépido no se avenía a permanecer inmovilizado en un butacón, escuchando el rugir de los motores. Pidió oír música y se instaló junto al tocadiscos. Mostró preferencia por la cantante italiana Katyna Ranieri y por los clásicos.

Para nadie era secreto que una vez finalizada la carrera era cuestión de tiempo la libertad del argentino. La demora inquietó a los amigos y compañeros del campeón, pero no a los cubanos, familiarizados con los golpes de espectacular propaganda que dominaban los rebeldes. Estaban seguros de que Fangio reaparecería sano y salvo.

Al parecer se consideraron tres fórmulas para la liberación: una, conducirlo directamente al hotel Lincoln; otra, avisar a los periodistas y la tercera, ponerse en contacto con el embajador de la Argentina. El propio Fangio solicitó que se empleara la vía diplomática.

El martes 25, a la 1:40 de la madrugada, la radio divulgó por toda la República la ansiada noticia:

— ¡Fangio ha sido devuelto!

El reporte añadía que el as del volante estaba sano y salvo. Un sentimiento de alivio se extendió desde aquel momento basta las primeras horas de la mañana. Luego, llegó el momento de satisfacer la enorme curiosidad de todos, que la incertidumbre había frenado hasta entonces.

Pasadas las diez de la noche del lunes 24, llamadas misteriosas avisaron a los periódicos que la pista del regreso de Fangio pasaba por la embajada argentina. Muchos reporteros se movilizaron. Gentilmente infranqueable, la señora Fanny Senesí de Lynch, esposa del embajador, se declaró sorprendida.

Su esposo no estaba en la residencia de la calle 82 número 510, en Miramar, sede diplomática. Tampoco se arriesgaba a afirmar que estuviera en compañía del driver.

Una visita simultánea del jefe del Buró de Investigaciones, coronel Orlando Piedra, y un diálogo reservado con la dama argentina quedaron envueltos en el incógnito.

Los periodistas montaron guardia, olfateando inminentes sucesos.

Su previsión no se desmintió.

 

A la 1:40 de la madrugada, el automóvil chapa 3115, manejado por el propio ministro de la Argentina, Raúl A. Lynch, llegó a la residencia. Junto al conductor se divisaba la figura sonriente de José Manuel Fangio, el hombre más esperado de Cuba durante las últimas veinticuatro horas.

El campeón mundial vestía traje beige, camisa blanca a rayas carmelitas y corbata gris. Se le veía reposado y limpio, como si viniera de una fiesta.

Asediado por docenas de reporteros, contestó impasiblemente a todas las preguntas:

—Me han tratado, de modo excelente. . . Sí, me sacaron del hotel Lincoln, a punta de pistola. Yo, como tenía limpia la conciencia y no abrigaba temor alguno, acompañé a esos jóvenes sin poner obstáculo. Después de entrar en el automóvil donde me llevaron, me quitaron el cañón del arma del costado y me dijeron que no corría peligro de ninguna clase.

Insistió:

—Durante todo el tiempo me trataron como amigo. En verdad, tuve las mismas comodidades que si hubiera estado entre amigos. Me siento perfectamente.

Explicando cómo fue puesto en libertad:

-Esta noche, ya terminadas las carreras y sin otra razón para retenerme, mis captores me pusieron en comunicación telefónica con el señor embajador. Discutieron por algún tiempo y al fin acordaron llevarme a una casa del Vedado, donde me dejaron. .. No, no conozco la barriada ni oí nombrar la dirección. Yo conozco mal La Habana y aunque no me vendaron, no sé en que lugares me tuvieron.

Los periodistas apelaron a la digresión:

-¿Sintió usted tanta emoción en esta aventura como en una de sus carreras?

—Sí, señor. Tanta como en el instante en que tomo una curva cerrada a velocidad. Es una aventura más, expresó con su sonrisa característica.

Volvieron a escrutar los rumbos del secuestro, pero Fangio no salió del marco trazado previamente:

—Me mudaron varias veces de automóvil y estuve en tres casas distintas. Por cierto que me hicieron oír música selecta con un tocadiscos.

Repentinamente, sorprendió a los periodistas con una declaración precisa:

—No experimento rencor alguno contra mis plagiadores; y si lo hecho por los rebeldes fue por una buena causa, entonces, como argentino, yo la acepto como tal.

La alusión a la patria inspiró a los cazadores de noticias una nueva cuestión:

—Por casualidad, ¿No le hablaron del Che Guevara? Es un compatriota suyo que comanda tropas en la Sierra Maestra.

—No, se limitaron a explicarme lo que es el 26 de julio, aunque yo, como ajeno a la política, no les entendí mucho…

Añadió:

—Por cierto que lo primero en venirme al pensamiento fue que me conducían a la Sierra Maestra. Yo estoy al tanto de la situación cubana por la prensa... Los jóvenes que intervinieron en mi secuestro me dijeron que habían proyectado realizarlo desde el año pasado, pero entonces no se les presentó la ocasión.

Dijo que pensaba quedarse unos días más en la capital cubana, ‘pero residiendo en la embajada, por una cortesía del señor embajador’.

Todo este diálogo tenía lugar en forma apacible, sin que el menor disgusto asomara al tono de voz y al semblante del más inalterable de los campeones del volante. Parecía que el difícil trance que experimentara durante veinticinco horas no hubiera dejado huella en su ánimo.

Cuando los reporteros quisieron saber si estaba dispuesto a volver a la Isla, repuso tranquilamente:

— ¡Cómo no! Si el año que viene me invitan a correr, vendré. Mi oficio es ese, correr…

En cambio, la esposa de Fangio, a miles de kilómetros de distancia, vivía aún los tormentos de la incertidumbre. El cable transmitía desde Buenos Aires una entrevista en que comentaba acremente la situación de su cónyuge:

—Le advertí a Juan que no fuese a Cuba. Allí no hay seguridad, dada la presente situación política… Hablé por teléfono de larga distancia con el jefe de la policía de La Habana y me dijo que ‘no sabía nada del paradero de Juan’.

Con acento colérico:

—Me irrité y le dije que lo consideraba directamente responsable de la seguridad de mi marido. Si mañana no hay nuevas, iré al ministerio de Relaciones Exteriores a solicitar protección oficial. No creeré a Juan sano y salvo hasta que pueda hablar con él y oír su voz.

Formuló temores sobre ‘la suma que pedirían por el rescate’. Al parecer, era la única en pensar de ese modo, pues ni las mismas autoridades cubanas admitieron públicamente dicha posibilidad.

 

El espectacular plagio del as del volante mundial quedaba como lo que había sido: un hecho de consumada audacia y de perfección técnica innegable, realizado con fines netamente políticos y que había tenido máxima propaganda posible. Todo cuanto se propusieron sus autores...”.

 

Juan Manuel Fangio (1911-1995) es considerado como uno de los más grandes pilotos de la historia del automovilismo. Ganó 5 campeonatos mundiales y obtuvo 24 victorias en los 51 Grandes Premios en los que participara.


 EL HECHO POR EL MISMO FANGIO, PARA UP Y “LA PRENSA” DE BUENOS AIRES

Poco después de ser liberado, Fangio escribió una nota en exclusiva para ‘La Prensa, de Buenos Aires y la United Press, contando detalles del hecho:

“El domingo 23, luego de las pruebas de entrenamiento y clasificación, regresé al Hotel Lincoln donde me hospedaba. Subí a mi habitación a fin de bañarme y cambiarme, para después ir a comer con unos amigos.

Luego bajé y entregué, quedándome al lado del mostrador de la conserjería, conversando sobre el resultado de las pruebas con Alejandro De Tomaso, Nello Ugolini, el Jefe de Mecánico Guerino Bertrocchi y mi buen amigo cubano Carlos González.(...).

Me encontraba conversando cuando de pronto llegó una persona que encañonándonos a todos con una pistola automática, me dijo con voz firme y decidida:

—No se muevan. Luego, dirigiéndose a mi dijo: ‘Fangio tiene que acompañarme’. Mi primera reacción y la de todos los que allí estábamos reunidos, fue creer que se trataba de una broma, pero cuando vi su decisión y arrojo, comprendí que era algo serio y entonces le pregunté:

—¿A dónde me lleva?

Me contestó al punto: ‘Este es el Movimiento Revolucionario 26 de Julio y tiene que acompañarme. Puede usted estar seguro que no le pasará nada’.

Al moverse De Tomaso intentando una reacción, el asaltante respondió inmediatamente encañonando a él también, diciendo: ‘No se mueva nadie porque disparo’. Y dirigiéndose a mí me dijo: ‘Por favor, Fangio, no me obligue a disparar y camine conmigo’.

Caminamos hacia el exterior del hotel y al doblar la calle me esperaba un automóvil, que abordamos inmediatamente. Después pude comprobar que eran tres los automóviles que participaron en la operación. El auto en el que me llevaban, se movía a poca velocidad por las calles habaneras para no llamar la atención. La persona que viajaba conmigo desde que monté en el automóvil, me pedía disculpas por el hecho que estaba ocurriendo, agregando que la única intención con este secuestro, era boicotear el Segundo Gran Premio de Cuba. Fui llevado previamente a una casa de familia y más tarde me mudaron a otras dos residencias. Una señora de la casa me preparó algo de comer. En todo momento disfruté de las comodidades que puede ofrecer un hotel.

También pude ver y escuchar la televisión y la radio. En este último tuve la oportunidad de oír las palabras del Embajador Lynch, en las que decía que estaba seguro de que los secuestradores respetarían mi persona, en nombre del deporte mundial.

Estas palabras me emocionaron profundamente, así como también a mis secuestradores, que me pedían constantemente disculpas por lo ocurrido (...).

Habiendo prometido mis secuestradores liberarme después de la carrera, pedí a los dirigentes del Movimiento Revolucionario que estaban conmigo que me entregaran a la Embajada Argentina.

Mi petición fue cumplida y mediante una llamada telefónica al Embajador Lynch, le comunicaron que me entregarían a dos cuadras de su residencia.

El encuentro se hizo felizmente, entregándome los revolucionarios una carta para el señor Embajador y para el gobierno argentino, pidiendo disculpas por haber utilizado mi persona para fines políticos cubanos.

Quiero agradecer a todos los que en una forma u otra se han interesado por mi persona, mediante telegramas y otros medios de comunicación y sobre todo a la juventud cubana y mundial, que se hizo eco desde el primer momento del acontecimiento ocurrido, demostrándome un cariño, que nunca pensé merecer y que recordaré para siempre”.

 


 

OTRAS REFERENCIAS. LA LIBERACIÓN:

Juan M. Fangio fue liberado por sus captores después de las 23:00 hs., del 24 de febrero, quienes lo dejaron en el departamento de Mario Zaballe, agregado militar argentino adscripto a la embajada en la República de Cuba (que estaba de viaje), en el piso 11 de un edificio de la calle 12, entre 1ª. y 3, el Vedado; actualmente albergue de estudiantes universitarios (12 y Malecón).

Poco después, el propio embajador Lynch lo trasladó, en su automóvil oficial, a la residencia de la embajada, entonces al otro lado del Almendares, en la calle 82, de Miramar.

 

 

EL EMBAJADOR AURELIANO LYNCH FRÍAS

Un detalle que no siempre se recuerda con relación a éste hecho: 

 


El embajador de la Nación Argentina ante la República de Cuba era entonces Raúl Aureliano Lynch Frías, tío segundo del comandante Ernesto ‘Che’ Guevara.

Raúl A. Lynch (1906-1986) era primo del padre del Che (Ernesto Rafael Guevara Lynch). No era diplomático de carrera, sino contraalmirante, aviador naval y jefe de Estado Mayor de la Infantería de Marina. Había participado en el levantamiento militar del 16 de junio de 1955; siendo hombre de confianza del almirante Isaac F Rojas, cabecilla de la Marina de Guerra sublevada contra Perón, considerado como un nacionalista dentro de la Armada. En 1939 Adolf Hitler lo había condecorado con la Cruz del Mérito de la Orden del Águila Alemana (Der Verdienstorden vom Deutschen Adler) y en 1949 el general Francisco Franco le otorgó la Cruz de Mérito Naval de España.

 

 

PEPE BIONDI

El de Fangio, no fue el único secuestro realizado por el M-26-J en La Habana. Hubo otro ese mismo año, el 4 de septiembre de 1958 y también era argentino el plagiado; en éste caso, José ‘Pepe’ Biondi (4 sep 1909- 4 oct 1975), que en la época era uno de los humoristas favoritos del público cubano, con un programa semanal –“El show de Pepe Biondi”- que se emitía por la CMQ TV, entonces el canal de televisión más importante de Cuba.


Biondi había llegado a Cuba en 1948 junto con el ruso Bernardo “Dick” Zalman Bar Dvorkin, actuando en distintos escenarios de toda la Isla (teatros, circos, cabarets, emisoras de radio…), llegando a la televisión con su propio programa, “El show de Dick y Biondi”, en  la CMQ que estuvo vigente hasta el 30 de junio de 1955 cuando se disolviera el dúo cómico; viajando Dick a España, con su esposa, la bailarina y actriz española Trini Alonso, para formar una compañía de variedades en la península. El programa de la CMQ siguió, con libretos de Álvaro de Villa, con nueva denominación: “El show de Pepe Biondi”, que se emitió hasta 1958.

Biondi vivía en La Habana, en el edificio FOCSA (calle 17 entre M y N, en el Vedado habanero) con su esposa, María Teresa Moraca y su hija Margarita, quién había contraído enlace el 23 de agosto de 1958 con el actor y locutor habanero José ‘Pepe’ Díaz Lastra. El jueves 4 de septiembre de 1958 tenía previsto celebrar su 49° cumpleaños, junto a su familia, luego de su programa de TV.

A principios de agosto el revolucionario Movimiento 26 de Julio había iniciado una campaña de difusión para ese día, denominado “De la Resistencia Absoluta”, con el fin de que nadie fuera en esa fecha a bares, tiendas, restaurantes, cines, ni a teatros. La acción se complementaría impidiendo la emisión de dos programas estelares de la pantalla de la TV, algo que el régimen de Batista no podría ocultar.

 

Para ello tenían que secuestrar al actor Enrique Santisteban y al cómico Pepe Biondi, ya que ambos tendrían que aparecer en sus respectivos programas, en vivo, de la TV y al no verlos, sería una fuerte señal para los televidentes de que algo extraño sucedía, justamente en esa fecha.

El secuestro de Enrique Santisteban se frustró porque el actor había salido ya de su casa cuando fueron por él. Biondi, en cambio, fue interceptado en la calle, cerca de las 08:00 de la noche y conminado a subir a un auto cuando se dirigía con su secretario Raúl Gómez (que llevaba la ropa para la actuación) desde el FOCSA al Radiocentro , donde estaban los estudios de la CMQ TV, en el comienzo de La Rampa (23, entre L y M), a unas tres cuadras de distancia.

A Gómez lo dejaron por el Malecón, a una tres cuadras del punto del secuestro.

Biondi fue trasladado a la iglesia de Arroyo Arenas (zona de La Lisa, al sudoeste de Centro Habana) cuyo encargado, el padre Manuel Pedro Antonio Martínez Rosas, colaboraba con el Movimiento 26 de Julio.

En el programa “El show de Pepe Biondi” se explicó su ausencia “por una repentina indisposición del artista”.

Todo transcurrió sin contratiempos, Biondi pasó la noche allí y el mediodía del 5 de septiembre Martínez Rosas lo llevó y entregó en la embajada de la República Argentina. Como en el caso de Fangio, se evitaba así la posibilidad que, si lo liberaban en cualquier lugar, los elementos al servicio de Batista los asesinaran para cargarles la culpa de sus muertes. 

Luego fue trasladado a la Estación 8va. de la policía de La Habana, donde fue sometido a un duro interrogatorio por el TCnel Esteban Ventura Novo, un elemento señalado como torturador al servicio del régimen de Batista que, tras el triunfo revolucionario escapó a Miami, donde murió.

Ventura Novo no pudo sacarle datos sobre la identidad de sus captores ni sobre los lugares  por donde fuera llevado. Pero, sabiendo que la embajada argentina tenía conocimiento sobre su ingreso a esa dependencia policial, tuvo que dejarlo ir, advirtiéndole sobre lo que debía hacer: “Cuando le pregunten, diga que estaba enfermo y cuando vuelva a la televisión, vuelva a decirlo; que si no lo dice usted, lo diremos nosotros y será de otra manera”.

 

 

CIRCUITO DEL MALECÓN

El circuito del Malecón, que se extendía a lo largo de 5.591 metros se iniciaba en el área de partida del Malecón, en la zona del Hotel Nacional (entre las calles 19 y 21), seguía hacia el noroeste, pasando frente al Monumento al Maine y la Embajada de los EE.UU. (ahora Oficina de Intereses), llegando hasta el actual complejo deportivo José Martí (entonces Parque José Martí), tomando desde éste punto a la izquierda, por la Avenida de los Presidentes (Calle G), pasando frente a los actuales Casa de las Américas y el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX); girando al final de éste -dos cuadras adelante- nuevamente hacia la izquierda, para tomar la calle Calzada hasta superar la intersección con la calle O, saliendo nuevamente al Malecón, pasando frente al área de los jardines de la roca en la que se encuentra el Hotel Nacional, hasta llegar por el Malecón a la altura del Torreón de San Lázaro; doblando a la derecha para tomar la calle Marina, rodeando el Parque de Maceo por ésta, San Lázaro y Padre Varela (Belascoain), para volver a ingresar al Malecón, completando la vuelta del circuito.
 
 

‘OPERACIÓN FANGIO’ EN EL CINE

‘Operación Fangio’ es la película que recrea el hecho histórico del secuestro del quíntuple campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio, perpetrado con fines publicitarios por integrantes del M-26-7 (Movimiento Revolucionario 26 de Julio) liderado por Fidel Castro.

La acción se desarrolla en La Habana, ciudad a la que había llegado Fangio el 21 febrero de 1958, a fin de participar en el II Gran Premio de Cuba, que se realizaría el 24 de febrero, en el Circuito capitalino del Malecón.

La película, filmada en La Habana, fue protagonizada por  Darío Grandinetti, Laura Ramos Hernández, Ernesto Tapia, Fernando Guillén, Arturo Maly y Gustavo Salmeron; siendo dirigida por Alberto Lecchi, cineasta y ex presidente del Club Atlético Temperley, de Turdera (prov. de Buenos Aires).

Se estrenó el 16 de marzo de 2000.

FICHA TÉCNICA

Operación Fangio” (1999)

Rodada en La Habana, enero a marzo de 1999

Coproducción ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos); ALEPH MEDIA Producciones (Buenos Aires); EL PASO Producciones Cinematográficas S.L., (Madrid); TESELA PC (Buenos Aires).

Intérpretes

Darío Grandinetti: Juan Manuel Fangio

Laura Ramos Hernández: Pilar Toledo

Ernesto Tapia: Julián

Fernando Guillén: Giambioni

Arturo Maly: Embajador argentino

Gustavo Salmerón: Sánchez Plaza

Néstor Jiménez: Carrasco

Carlos Acosta: Ingeniero

Hilario Peña: Aguilera

Oscar Bringas: Daniel

Hiram Vega: Emilio

Diego Álvarez: Luis

Osvaldo Doimeadios Aguilera: Evelio

Glemmys Rodríguez: Lázaro

Adrián Pellegrini: Vitico

Enrique Quiñones: Rubén

Susana Pérez: Ana

Serafín García: Batista

Samuel Claxton: Padre de Rubén

Elvira Cervera: Abuela de Rubén

Jorge Martínez: Sandoval

 

Equipo:

Dirección: Alberto Lecchi

Asistente de Dirección: Roberto Viña

Guión:

Claudia Furiati, Guionista

Claudio Pustelnik, Guionista

Manuel Pérez Paredes, Guionista

Producción

Fernando Sokolowicz, Producción

Camilo Vives, Producción

Félix Rodríguez, Producción

Jorge Dyszel, Productor asociado

Hernán Azcune, Productor asociado

Francisco Lázaro Mercé, Productor asociado

Adolfo Cora, Productor asociado

Claudio Pustelnik, Producción ejecutiva

Roberto Salomone, Coordinación de producción

Luis Sartor, Productor delegado

Pablo Rovito, Productor delegado

 

Fotografía: Hugo Colace

Música: Iván Wyszogrod

Sonido: Julio Recuero

Montaje: Miguel Ángel Santa María

Dirección de Arte: Raúl Oliva

Puede verse cliqueando sobre la 

imagen siguiente para acceder al reproductor: 

 


©Enrique F. Widmann-Miguel/IberInfo-Buenos Aires

 

 

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