CARLOS JUAN FINLAY Y BARRÉS
Juan Carlos Finlay y Barrés nació en Camagüey (entonces Puerto Príncipe, tiempos de la administración española de la Capitanía General de Cuba), el 3 de diciembre de 1833.
Fue su padre el médico oftalmólogo escocés Edward Finlay Wilson, originario de Hull, condado de Yorkshire, en el norte de Inglaterra y su madre, Marie de Barrés de Molard Tardy de Montravel, natural de la isla de Trinidad, con nacionalidad francesa de su familia de origen. Ambos cambiaron sus nombres a Edouardo e Isabel, poco después de llegar a Cuba, haciendo evidente el afecto hacia su nueva tierra.
En 1847, a la edad de 13 años, Juan Carlos fue enviado a Alemania, donde comenzó a cursar estudios, yendo posteriormente a la ciudad de Rouen (Normandía-Francia), para ingresar al Lycée de Rouen, donde su padre había estudiado medicina.
Regresó a Cuba siendo adolescente, tras haber sufrido fiebre tifoidea; solicitando el cambio legal de su nombre a Carlos Juan, una forma más adaptada a su identidad cubana.
En 1851 Carlos asistió al Jefferson Medical College, de Filadelfia, Pennsylvania, donde obtuvo su doctorado en 1855; incorporando su título a la Universidad de La Habana en 1857. Completó estudios en La Habana y en París, entre 1860 y 1861.
Ya instalado en Cuba –primero en Matanzas y luego en La Habana-, abrió su consultorio médico.
Fue miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales y el Secretario de su Sección de Ciencias. En esta corporación ocupo muchos cargos y recibió varias distinciones y honores por su trabajo científico.
El doctor Finlay contrajo matrimonio en La Habana, el 16 de octubre 1865, con Adela Shine, hija de hacendados ingleses establecidos en la isla de Trinidad, originaria de Puerto España (Trinidad & Tobago). Tuvieron tres hijos: Carlos Eduardo, Jorge Enrique y Francisco.
En 1865, el Dr. Finlay presentó ante la Academia de Ciencias de La Habana un artículo en el que describía su teoría sobre las condiciones climáticas y la enfermedad de la fiebre amarilla. Fue el primero en teorizar que un mosquito era la vía de transmisión de la fiebre amarilla; un mosquito que pica a una víctima de la enfermedad puede picar a una persona sana y propagar la enfermedad.
Cuando comenzó la Guerra de los Diez Años en 1868, el Dr. Finlay (conocido por los españoles como simpatizante rebelde), salió de la Isla, radicándose en Trinidad. Regresó a Cuba en 1870 y, en 1879, tuvo la oportunidad de trabajar con la primera Comisión Estadounidense de Fiebre Amarilla.
Pasó años estudiando mosquitos y perfeccionando sus teorías. De sus más de 100 artículos científicos para conferencias y revistas médicas, más de 70 trataban sobre la enfermedad de la fiebre amarilla, que había causado miles de muertes en Cuba.
Él fue quien descubriera el agente transmisor de la fiebre amarilla.
Su artículo “Epidemiología primitiva de la fiebre amarilla” que fuera publicado en la revista quincenal ilustrada de medicina, cirugía, farmacia y ciencias auxiliares “Cronica médico-quirúrgica de La Habana” de 15 de mayo de 1987, fue reproducido contemporáneamente en separata por la Imprenta Militar (también impresora de la revista), calle Muralla n° 40, La Habana.
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El doctor Finlay, el más profundo e intenso investigador de esta enfermedad, concluyó que entre un sujeto infectado y otro sano, había un agente independiente que la transmitía y fue capaz de identificar al Aedes aegypti como el vector biológico.
Su descubrimiento quiso ser escamoteado por los Estados Unidos para favorecer al estadounidense Walter Reed, quien presidiera, en 1901, la cuarta comisión estadounidense que llegara a Cuba, precisamente para “demostrar” in situ que la fiebre amarilla tenía un origen bacteriano y que, por tanto, Finlay estaba equivocado.
El médico cubano había estado en aquel país en febrero de 1881 para presentar su trabajo “El mosquito considerado hipotéticamente como agente de la transmisión de la fiebre amarilla”, siendo ignorado.
En 1902, al proclamarse la independencia de Cuba, Carlos J. Finlay fue nombrado Jefe Superior de Sanidad y estructuró el sistema de sanidad del país sobre bases nuevas. Desde este cargo le tocó encarar la última epidemia de fiebre amarilla que se registró en La Habana, en 1905, que fue eliminada en tres meses.
Sin embargo, la oposición a reconocer a Reed como el verdadero descubridor se puso de manifiesto cuando Francia decidiera otorgar a Finlay, en 1911, la orden oficial de la Legión de Honor, e Inglaterra la medalla Mary Kinsley, concedida en el mundo solo a los científicos Mauson, Ross y al genial Koch, descubridor del bacilo de la tuberculosis.
Asimismo, el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina, celebrado en Roma en 1954, ratificó al cubano como el único descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla y la aplicación de su doctrina en el saneamiento del trópico.
Dos años después, el XV Congreso Internacional de Historia de la Medicina realizado en España, acordó la ejecución de una campaña intensa para que los libros de texto, diccionarios enciclopédicos y medios de divulgación no atribuyeran a otras personas la gloria que, por derecho propio le pertenecía.
Finlay fue propuesto siete veces para el Premio Nobel de Medicina; pero los Estados Unidos siempre se opusieron.
En la década del ‘50, por fin se esclarece la verdad histórica y se instaura el Día de la Medicina Latinoamericana en reconocimiento al científico cubano.
El 25 de mayo de 1981 la UNESCO instituyó por primera vez el Premio Internacional Carlos J. Finlay, para reconocer avances en Microbiología, e incluyó al sabio en su revista como uno de los seis micro biólogos más destacados de la historia mundial.
Finlay falleció en La Habana el 19 de agosto de 1915.
A mediados de 1962 el Gobierno Revolucionario creó el Museo Histórico de las Ciencias Médicas “Carlos J. Finlay”, con sede en el edificio de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en la calle Cuba n° 460, entre Amargura y Teniente Rey (a pocos metros de la iglesia de San Francisco el Nuevo), en la capital de Cuba.
Cuba forma profesionales de la Medicina dispuestos a convertir los servicios médicos en una labor de altruismo y humanidad, brindando sus servicios al género humano como un derecho y no como un privilegio. Con esos principios estudian en Cuba miles de jóvenes de América Latina y el Caribe, Asia, Oceanía, África y Estados Unidos.
El 3 de diciembre se celebra el Día Nacional del Médico (en Argentina) y de la Medicina Latinoamericana, instituido en 1933 coincidiendo con el centenario del natalicio del sabio cubano Carlos Juan Finlay y Barrés.
Enrique F. Widmann-Miguel / IberInfo-Buenos Aires
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