MALVINAS, 28 DE SEPTIEMBRE DE 1966: OPERATIVO CÓNDOR
El 28 de septiembre de 1966, un comando armado de 18 estudiantes, obreros, sindicalistas y periodistas, en su mayoría nacionalistas militantes peronistas, tomó en vuelo el control del avión Douglas DC-4, c/n 10333, matrícula LV-AGG “Teniente Benjamín Matienzo”, de Aerolíneas Argentinas, que había partido desde Buenos Aires a las 00:34 horas, con 48 pasajeros cumpliendo el vuelo 648, hacia Río Gallegos. Lo hicieron desviar de su ruta, aterrizando en las islas Malvinas unas horas más tarde.
Los jóvenes se llamaban a sí mismos "Cóndores", en su mayor parte nacionalistas peronistas.
La edad promedio del grupo era de 22 años.
El "Operativo Cóndor", como fue bautizada la acción armada, fue comandado por Dardo Manuel Cabo, ‘Lito’, de 25 años de edad, periodista, metalúrgico y activo militante peronista nacionalista, hijo del sindicalista Armando Cabo trabajador de la fábrica Istilart, Secretario General de la C.G.T regional y uno de los principales colaboradores de Eva Duarte de Perón.
La planificación se basó en la información de inteligencia reunida por María Cristina Verrier, quien había realizado viajes a Malvinas como turista; la instrucción militar había sido adquirida junto a quienes entonces luchaban por el retorno de Juan Domingo Perón.
La elección del día no fue casual. Se
basó en dos hechos contemporáneos: estaba en el país el esposo de la reina de
Inglaterra, Felipe de Edimburgo, en carácter de presidente de la Federación
Ecuestre Internacional y el contralmirante José María Guzmán, que debía viajar
al territorio del que era gobernador, Tierra del Fuego e Islas del Atlántico
Sur, lo hacía en ese mismo vuelo; otro de cuyos pasajeros era el periodista y
empresario porteño Héctor Ricardo García, entonces dueño del diario “Crónica”, de Buenos Aires.
Los miembros del Operativo Cóndor fueron:
-Dardo Manuel Cabo (25 años, dom. en la ciudad de Buenos Aires), víctima del terrorismo de estado durante la dictadura militar 1976-1982; murió baleado en la madrugada del 8 de enero de 1977, a la altura del km.56 de la ruta 215, puente del río Samborombón Grande, a unos 15 kms. al sur de la ciudad de Brandsen, estando preso; tras haber sido sacado de la Unidad 9 del Servicio penitenciario provincial (La Plata) en la que estuviera hasta entonces detenido a disposición del PEN (Poder ejecutivo nacional), bajo la forma de traslado al penal de Sierra Chica (Olavarría), por orden del ex coronel Orlando Miguel Ruarte (a) 'Arcángel'.
-Alejandro Giovenco Romero (21 años, Buenos Aires);
-María Cristina Verrier, dramaturga y periodista, hija de César Verrier, juez de la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno del ex-presidente Arturo Frondizi (de 27 años, dom. en Buenos Aires);
-Fernando José Aguirre, empleado (20 años, dom. Merlo Norte-PBA);
-Norberto Karasiewicz, obrero metalúrgico (20 años, dom. Villa Concepción, Gral. San Martín-PBA);
-Andrés Ramón Castillo, empleado de la Caja de Ahorro (de 23 años, dom. en Buenos Aires), que en los ’70 estuvo secuestrado en la ESMA, pudiendo salir posteriormente al exilio, militando en el gremio bancario tras el retorno a la democracia y su regreso;
-Luis Francisco Caprara, estudiante de ingeniería (20 años, dom. Merlo-PBA);
-Víctor Chazarreta, obrero metalúrgico, (32 años, Merlo-PBA);
-Juan Carlos Bovo, obrero metalúrgico (21 años, dom. Merlo Norte-PBA);
-Edelmiro Ramón Jesús Navarro, empleado (27 años, dom. Villa Bosch, San Martín-PBA);
-Ramón Adolfo Sánchez, obrero (20 años, dom. Martínez, San Isidro-PBA);
-Pedro Tursi, empleado (29 años, dom. en Merlo- PBA);
-Juan Carlos Rodríguez “El Gallego”, empleado (31 años, dom. en Merlo-PBA); fue asesinado en La Plata, a mediados de 1975.
-Pedro Bernardini, obrero metalúrgico (28 años, dom. Munro, Vicente López-PBA); reiteradamente preso en los años previos a 1976 y posteriormente “chupado” y mantenido durante dos años en la ESMA, donde fuera reiteradamente sometido a vejámenes y torturas.
-Fernando Lisardo, empleado (20 años, dom. Villa Adelina, San Isidro-PBA);
-Edgardo de Jesús Salcedo, estudiante (24 años, Boulogne-sur-Mer, San Isidro-PBA) quien, el 12 de julio de 1976, junto a su esposa Esperanza María Cacabelos, resistieron en su departamento durante seis horas de fuerte tiroteo el asedio de un grupo operativo de la ESMA, muriendo en la acción en la que también cayeron un oficial de la Policía Federal y el capitán de Corbeta Olegario Salvio Menéndez. Antes, alcanzaron a poner a cubierto a su pequeño hijo Gerardo (de 2 años entonces) protegiéndolo en la bañera cubierto por un colchón;
-Aldo Omar Ramírez, estudiante (18 años: dom. en Villa Adelina, Vicente López-PBA) de edad; secuestrado y desaparecido el 1º de septiembre de 1977.
EL VUELO
El 27 de septiembre de 1966, ya con los pasajes en poder de cada uno de los integrantes del Comando y otros de apoyo en tierra, que no viajaron se concentraron en la sede de la Seccional Norte de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica), en la calle Vélez Sarsfield, a media cuadra de la estación Munro del Ferrocarril Belgrano (Vicente López-PBA). Almorzaron, se revisó el armamento y algunos de los miembros del grupo fueron a confesarse a la Parroquia de Santa Rosa de Lima, en la calle Bernardino Rivadavia, entre Marconi y Villate, de Munro (a unas siete cuadras de la UOM).
En la noche, comenzó el traslado, siendo llevados en automóviles al Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery. Victorio Calabró, entonces Secretario General de la seccional de la UOM (que más tarde sería Gobernador de la provincia de Buenos Aires), se encargó personalmente de cargar las armas en una camioneta y las llevó al Aeroparque, con riesgo para su libertad y su persona, poniendo en juego su cargo sindical y su libertad personal. Las armas fueron llevadas directamente a la bodega del avión.
Dardo Cabo, que fue por las suyas, llegó a última hora.
El avión despegó a las 00:34 horas. Tras perderse contacto con el mismo, a las 05:00 fue puesto en emergencia.
Durante el vuelo, entre Comodoro Rivadavia y Puerto San Julián, Dardo Cabo y Alejandro Giovenco, el segundo en la cadena de mando, entraron armados a la cabina y ordenaron al comandante Ernesto Fernández García el cambio de rumbo. Fernández García trató de convencerlos de la imposibilidad de alcanzar las Malvinas, debido a la falta de autonomía de la aeronave para poder hacerlo; pero finalmente cumplió lo ordenado.
No hubo inconvenientes con el pasaje. La mayoría dormía y, además, se comunicó que por razones meteorológicas, la aeronave volvía hacia Comodoro Rivadavia.
A las 07:27 el comandante del avión transmitió en mensaje diciendo que: “…siendo 06:05, comandos a bordo toman aeronave solicitando poner rumbo 105 Malvinas para aterrizaje”.
Éste desvío había sucedido entre Comodoro Rivadavia y Puerto San Julián.
El comandante Fernández García ordenó que el copiloto Silvio Sosa Laprida (piloto civil incorporado a Aerolíneas Argentinas en diciembre de 1964, conocido de María Cristina Verrier) hiciera ascender al avión de 2000 a 3300 metros, para economizar combustible. Una hora después uno de los motores se detuvo; el mecánico de vuelo Aldo Baratti logró ponerlo en marcha nuevamente
Minutos más tarde el Comando hizo conocer sus objetivos a través del equipo de comunicaciones del avión.
Tras divisar, entre las nubes, las islas, ya sobre ellas, luego de algunas vueltas de reconocimiento, a las 08.42, con gran pericia, el comandante aterrizó en un terreno de menos de 800 metros, recorriendo unos 300 metros de la pista de carreras de caballos (terreno firme), cercana a Puerto Stanley que fuera inmediatamente renombrado Puerto Rivero, en homenaje al épico Gaucho Rivero.
MALVINAS
Tras el aterrizaje los cóndores bajaron a tierra con ayuda de sogas e hicieron bajar a los pasajeros. Desplegaron siete banderas argentinas, fijando cinco en los alambrados, una en el avión; enarbolaron otra en un seudo mástil clavado en el suelo cercano y cantaron el Himno Nacional Argentino.
De pie y frente a la mirada de todos, Cabo proclamó: “Ponemos hoy nuestros pies en las Islas Malvinas argentinas para reafirmar con nuestra presencia la soberanía nacional y quedar como celosos custodios de la azul y blanca (…) O concretamos nuestro futuro o moriremos con el pasado”.
Pronto llegaron varios malvinenses (kelpers), que querían ver que estaba ocurriendo. Entre ellos los jefes de policía y el de los Marines Reales. Los integrantes del Operativo distribuyeron volantes escritos en inglés, informando que no eran agresores sino argentinos que consideraban a las islas como parte de su propio país.
El gobernador Cosmo Haskard no estaba en las Malvinas en esos días. Tampoco estaba en las islas el secretario colonial Harry Thompson (su sustituto en condiciones normales). Por ello, el tesorero colonial Leslie Charles Gleadell (malvinense de origen, nacido en Bahía Fox el 14 ene 1921) tuvo que hacerse cargo de la situación.
Gleadell recibió a tres de los integrantes del grupo ejecutor del operativo, que fueron escoltados por el capitán Ian Martin, oficial al mando de los Royal Marines, instándolos a rendirse, recibiendo como respuesta que, como ciudadanos argentinos tenían derecho a estar en las islas. Se llegó a un acuerdo según el cual todos los rehenes a bordo del avión serían intercambiados por siete hombres, incluido el sargento de policía Terry Peck.
Luego se permitió a los pasajeros descender del avión y se les envió a alojarse con familias locales, ya que las islas no tenían hotel entonces. Al pasar por la residencia del gobernador (Casa de gobierno), el almirante Guzmán bromeó diciendo "Mi casa".
Poco después el avión fue rodeado por unos 50 mercenarios (serian belgas) estacionados en las islas, al servicio de Gran Bretaña, más integrantes de las Fuerzas de Autodefensa isleñas y civiles armados.
A petición de los jóvenes argentinos, el sacerdote católico de origen holandés padre Rodolfo Roel (sacerdote de la Sociedad Misionera de San José de Mill Hill, norte de Londres; ahora en Maidenhead, Berkshire) celebró una misa en español en el interior de la aeronave.
Aproximadamente una hora después del aterrizaje, utilizando el sistema de radio del avión, Cabo comunicó lo siguiente: “Operación Cóndor cumplida. Pasajeros, tripulantes y equipo sin novedad. Posición Puerto Rivero (islas Malvinas), autoridades inglesas nos consideran detenidos. Jefe de Policía e Infantería tomados como rehenes por nosotros hasta tanto gobernador inglés anule detención y reconozca que estamos en territorio argentino”.
Anthony Hardy, un radioaficionado local, informó las novedades, siendo recibido en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos, retransmitiéndose a Buenos Aires. Los medios de comunicación pública, tanto británicos como argentinos, se hicieron eco del hecho inmediatamente.
Cientos de militantes se movilizaron en varias ciudades argentinas y el flamante dictador Onganía, sobresaltado, sólo se preocupó en calmar las intranquilas aguas diplomáticas, por entonces a cargo de su canciller, Nicanor Costa Méndez (el mismo de la fallida intentona de Malvinas de 1982).
Con el cura de la isla -el holandés Rodolfo Roel- como mediador, los pasajeros fueron alojados en viviendas civiles. Llovía, mientras los militantes seguían resistiendo, con unos 30 mercenarios belgas e ingleses, policías y civiles armados rodeando la aeronave -bloqueada por delante y por detrás con sendos Land Rovers- y exigiendo la rendición.
Por la tarde, los Royal Marines instalaron altavoces, comenzando a pasar música country y pop continuamente y con alto volumen.
El acto de reclamo de soberanía se había cumplido. El siguiente paso con el que especularan, considerando vigente el nacionalismo (al menos, en un sector mayoritario) del Ejército Argentino, era que con el hecho consumado de esa irrupción, desembarcaran tropas en las islas para recuperarlas. Algo que jamás se concretó.
A partir de éste punto fallido, se inició una tensa negociación.
Sin disparos, la resistencia terminó. En la tarde del 29 de septiembre, no habiendo reconocido ni a las autoridades británicas ni a las de las Malvinas, negociaron con el padre Roel, quien les concedió asilo en su iglesia católica, con el acuerdo de la policía local y la condición que serían devueltos a la Argentina para ser juzgados.
A las 17:00 el padre Roel escoltó a los militantes fuera del avión y marcharon portando armas y banderas, cantando el Himno Nacional Argentino hasta la iglesia católica de Santa María (del R.P. Roel), en el puerto,
En la iglesia entregaron sus armas al Capitán Ernesto Fernández García de Aerolíneas Argentinas.
Allí permanecieron hasta que arribó el buque ARA “Bahía Buen Suceso”, al que fueron trasladados a eso de las 19:30 del 1 de octubre a bordo de una lancha carbonera británica.
Dardo Cabo entregó las banderas argentinas al almirante José María Guzmán en una bolsa, diciendo: “Señor gobernador de nuestras islas Malvinas, le entrego como máxima autoridad aquí de nuestra patria, estas siete banderas. Una de ellas flameó durante 36 horas en estas Islas y bajo su amparo se cantó por primera vez el Himno Nacional”.
CONSECUENCIAS
Fueron trasladados a Ushuaia, donde el ARA “Bahía Buen Suceso” atracó a eso de las 03.00 de la madrugada del lunes 3 de octubre. Fueron alojados en el penal local quedando a disposición de la Justicia Federal argentina. Siendo posteriormente juzgados en Tierra del Fuego.
Fue el primer secuestro aéreo en el país, que no tenía legislación específica ni jurisprudencia relacionada con hechos de éstas características. El 26 de junio de 1967 fueron condenados en primera instancia aplicando las figuras penales de privación ilegítima de la libertad, portación de arma de guerra, asociación ilícita, piratería y robo en descampado, con relación a los hechos ocurridos en vuelo y el desvío de la aeronave. Las condenas fueron de tres años de prisión para Cabo, Giovenco y Rodríguez; para los otros miembros del comando, nueve meses.
Con algunas modificaciones, el 13 de octubre, la Cámara Federal de Bahía Blanca confirmó la sentencia. Entre esas modificaciones, ordenó la devolución de las banderas a Cabo, su dueño, considerando que “Las banderas argentinas, por el hecho de haber tremolado sobre una porción irredenta de tierra de la Patria, no son ni pueden ser consideradas instrumento de delito. Por ello corresponde su oportuna devolución a quien ha demostrado actuar como su propietario”.
El hecho causó impacto en el gobierno de facto del TGral Juan Carlos Onganía, oficial arma de Caballería. Tres meses antes, el 29 de junio de 1966, había encabezado el golpe que derrocara el gobierno constitucional del Dr. Arturo Humberto Illia. Con tres meses como titular del Ejecutivo, el gobierno del dictador emitió un comunicado el 29 de septiembre de 1966 afirmando que “La recuperación de las islas Malvinas no puede ser una excusa para facciosos”.
En esos días se encontraba realizando una visita no oficial a la Argentina el príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II, del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, en su calidad de presidente de la Federación Ecuestre Internacional, relacionada con el Campeonato Mundial de Saltos ecuestres en pista. Con buena relación entre ambos, Felipe jugó un amistoso de polo con Onganía cuando el ARA “Bahía Buen Suceso” navegaba rumbo a Ushuaia.
Durante años la historia oficial tapó el suceso.
El Douglas DC-4, c/n 10333, terminó sus días de vuelo integrando la flota del SATCO (Servicio Amazónico de Transporte Comercial) de la República del Perú, rebautizado como “Río Amazonas”; siendo desguazado en Pucallpa, provincia de Coronel Portillo, departamento de Ucayali en el Oriente del Perú, durante la década del ‘90.
La reivindicación histórica llegó con Néstor y Cristina Fernández de Kirchner, con la causa Malvinas como bandera de lucha inexorable, presentando los pertinentes reclamos en todas las instancias internacionales en las que participaran.
En el año 2012, María Cristina Verrier agradeció por escrito a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner su dedicación por las Islas y le hizo entrega de las siete banderas históricas, que guardaba desde la prisión y muerte de Dardo Cabo, quedado así relevada de su custodia.
Las banderas fueron exhibidas en diferentes espacios, algunos a pedido especial de Verrier, hasta que, finalmente, se asignó lugar a cada una de ellas.
“No hay futuro si no conocés la historia, así que quiero homenajear a esos jóvenes que en los años ’60 fueron a plantar nuestra bandera a las islas Malvinas”, dijo la entonces jefa de Estado, al entregar la última.
Una de las banderas fue colocada en el mausoleo de Néstor Kirchner; otra, se encuentra en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso Nacional.
Una fue entregada a la Basílica de Luján, en oportunidad de celebrarse allí un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, mientras que otra fue llevada a la Basílica de Itatí, en Corrientes, de la que Cabo y Verrier eran devotos.
Otra de las banderas fue ubicada en el Museo del Bicentenario en la Casa Rosada y la última en el Museo de las Islas Malvinas construido en el Espacio de la Memoria, la ex ESMA.
Esas banderas, que flamearon durante 36 horas en las Islas Malvinas, son un símbolo de la inclaudicable lucha que encarna el pueblo argentino frente al ahora decadente imperio que aún no reconoce la Soberanía Argentina en las Islas Malvinas.
LA INFORMACIÓN EN EL SUPLEMENTO 'PANORAMA EXTRA' DE OCTUBRE DE 1966
LA HISTORIA EN LA VOZ DE UNO DE LOS PROTAGONISTAS
Entrevista a Ricardo Ahe, integrante del Operativo Cóndor, realizada en el año 2017 por Juan Natalizio, en el programa de la producción de Ana Parafioriti “Malvinas, Causa Central”, del Observatorio Malvinas, que transmitiera Radio Megafón, de la UNLa (Universidad Nacional de Lanús_Remedios de Escalada, Pcia. de Buenos Aires).
Se puede escuchar cliqueando sobre la imagen siguiente:
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