EL GAUCHO, ARQUETIPO DE LA NACIONALIDAD ARGENTINA

 EL GAUCHO

Hacia fines del siglo XIX, el gaucho comenzó a ser el arquetipo de la nacionalidad argentina, vale decir, la figura más representativa del ser nacional, en quien se materializan nuestras raíces y la propia identidad nacional.

 


Es por ello que se relacionaran el nacimiento de José Hernández, autor del “Martín Fierro”, el 10 de noviembre de 1834, con la celebración del “Día de la Tradición” argentina y la fecha de la primera edición de su obra Martín Fierro con el reconocimiento a la figura del gaucho.

El origen del gaucho en el territorio nacional se remonta a principios del siglo XVII, cuando en las llanuras situadas a ambos márgenes del Río de la Plata abundaba el ganado cimarrón (salvaje) llegado a estas tierras con Pedro de Mendoza, primer adelantado que fuera del Río de la Plata, en 1538.

Era entonces el gaucho habitante errante de las inmensas llanuras de las pampas, por las que se desplazaba montado en su caballo, con escasas e imprescindibles pertenencias: boleadoras, poncho, lazo, facón (cuchillo), yerba mate, sal, tabaco… como único equipaje.

 


La demanda de cueros y carne de ganado cimarrón, muy requeridos por parte de los comerciantes europeos, sobre todo de los portugueses del Brasil, fue fuente de sustento de los gauchos (criollos, mestizos y mulatos) que vivían y se desplazaban libremente por las pampas, cazando y cuereando a estos animales, sin empleo fijo. En las vaquerías (cacerías de ganado cimarrón), derribaban a los vacunos salvajes con sus boleadoras (arma arrojadiza de origen indígena, integrada con tres bolas de piedra o metal, recubiertas en cuero y atadas entre sí desde los extremos con lonjas de cuero, que se utilizan revoleándolas y arrojándolas a las patas del animal para enredarlo y así derribarlo).
 

También utilizaban en aquellos tiempos una caña larga con una medialuna de metal afilado en el extremo, con el que cortaban, a la carrera, los tendones de las patas traseras del ganado, perseguido montando a caballo.

La gran demanda de cueros desde Europa, fue la causa de la desaparición del ganado cimarrón.

Competidores de los gauchos primitivos fueron los indios, quienes también se dedicaron a la captura de hacienda cimarrona y al comercio los cueros.

 


Desaparecido el ganado cimarrón, el destino del gaucho se hizo incierto. Entraron al servicio de los estancieros, propietarios y explotadores de enormes extensiones de tierra; o bien pasaron a integrar los ejércitos que lucharon por la Independencia americana o, dirigidos por caudillos locales, los grupos armados que durante el siglo XIX protagonizaran las luchas internas en la incipiente Argentina; también fueron los soldados del Ejército que avanzara sobre las tierras del sur del país, en la llamada “Conquista del Desierto”.

 


Con el tiempo, fueron peones en los mataderos y en los saladeros de carne y, sobre todo, peones de campo, trabajadores en las grandes estancias; haciéndose extensiva la denominación a los propietarios (estancieros), identificados en los trabajos de campo y el apego a su tierra.

 


 

ETIMOLOGÍA DEL TÉRMINO GAUCHO

Según el ilustre hacendado, jurisconsulto y colonizador de origen francés Emilio Honorio Daireaux (Rio de Janeiro, 21 de abril de 1843-París, el 22 de junio de 1919), abogado por la Universidad de La Sorbona, propietario del establecimiento agrícola ganadero “Las Diez Lagunas” en el cual se estableciera el pueblo y la estación ferroviaria de Daireaux, en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, bien compenetrado con el campo, el gaucho y sus costumbres, sobre este tema dijo que:
“El origen de su nombre, que apenas data de dos siglos, es oscuro. Sin embargo es posible reconstituirlo.

En la época de las primeras poblaciones en América la dominación de los árabes en España había terminado por la expulsión o la sumisión; muchos de estos vencidos emigraron. En la pampa encontraron un medio donde podían continuar las tradiciones de la vida pastoril de sus antepasados. Fueron los primeros que se alejaron de las murallas de la ciudad para cuidar los primeros rebaños.

Tan cierto es esto que a muchos usos y artefactos allí empleados se les designa con palabras árabes; al pozo, palabra española, se le nombra jagüel, desinencia árabe, y a la manera árabe sacan los pastores el agua.

Gaucho es una palabra árabe desfigurada. Es fácil encontrar su parentesco con la palabra chauch que en árabe significa conductor de ganados. Todavía en Sevilla (en Andalucía), hasta en Valencia, al conductor de ganados se le nombra chaucho.”

Más adelante, Daireaux agrega que: “En efecto, en esta zona intermedia en que los primeros españoles o los árabes se establecieron encontraron o recogieron indios dispuestos a someterse, con ellos vivieron, con sus mujeres se aliaron, creando así, en un medio de transición, una raza transitoria, una clase social intermedia. Este hombre de los campos, este solitario de la pampa, se ha formado a igual distancia de la civilización y de la barbarie, viviendo tan alejado de la ciudad como de la tribu…” (Emilio Daireaux, “Vida y Costumbres en el Plata”, Cáp. II: “Caracteres étnicos de la Nación Argentina”, págs. 32-34, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires, 1888). 

 


Sobre los orígenes hispano-árabes del gaucho, uno de los primeros en sostenerlo fue el jurisconsulto, escritor y periodista Federico Tobal (Buenos Aires, 6 de marzo de 1840 - Buenos Aires, 31 de diciembre de 1898). Según Tobal: "El traje del gaucho no es más que una degeneración del traje del árabe y aún los dos hombres se confunden al primer aspecto. El chiripá, el poncho, la chaqueta, el tirador, el pañuelo en la cabeza y bajo el sombrero, no son más que modificaciones de las piezas del vestido árabe, pero modificaciones ligeras y que no constituyen un traje aparte como el nuestro europeo. (...) Todo en el gaucho es oriental y árabe: su casa, su alimento, su traje, sus pasiones, sus vicios y virtudes y aún sus creencias. (...) Interminable sería agotar esta tesis. Las cosas, los hechos y los accidentes de relación que constatan el origen se ofrecen por doquiera. La semejanza es tan viva que basta la más ligera atención para percibirla.

Ella nos sigue como la sombra sigue al cuerpo y va estampada hasta en la etiqueta (...) Por mayor que sea la indolencia en que haya caído el gaucho, carecerá de árboles o de huerto su hogar, pero no carecerá del pozo que es la cisterna (jagüel o aljibe) para las frecuentes abluciones, alta necesidad de sus costumbres que se nota especialmente entre los pueblos paraguayo y correntino y que no es ciertamente de origen indio" (Federico Tobal: “Los libros de Eduardo Gutiérrez: El gaucho y el árabe”, artículo publicado en La Nación, Buenos Aires, los días martes 16, jueves 23 y martes 28 de febrero y el martes 2 y jueves 4 de marzo de 1886.

 


Leopoldo Lugones (Villa de María del Río Seco, Córdoba, 13 de junio de 1874 - Tigre, Buenos Aires, 18 de febrero de 1938), escritor y político argentino, reivindicador de la esencia gaucha argentina, de la cultura de la pampa y del legado andalusí, sobre el tema dijo: "Jinete por excelencia, resultaba imposible concebirlo desmontado y así, los arreos de cabalgar, eran el fundamento de su atavío. Su manera de enjaezar el caballo, tenía, indudablemente, procedencia morisca. (...) Las riendas y la jáquima o bozal, muy delgados, aligeraban en lo posible el jaez (del árabe yehez, cualquier adorno que se pone a las caballerías en este caso, los jaeces), cuyo objeto no era contener ni dominar servilmente al bruto, sino, apenas, vincularlo con el caballero, dejándole gran iniciativa (...). (Cabe destacar que la jáquima de la que habla Lugones proviene del árabe sakima, cabezada de cordel que hace las veces de cabestro). 

 


Por lo demás, es sabido que el arte de cabalgar y de pelear a la jineta, así como sus arreos, fue introducido en España por los moros, cuyos zenetes o caballeros de la tribu berberisca de Banu Marín, le dieron su nombre específico. Así, jinete, pronunciación castellana de zenete, fue por antonomasia el individuo diestro en el cabalgar. Las anchas cinchas taraceadas (del árabe tar'zi, incrustación), con tafiletes de color, (del bereber tafilelt, cuero bruñido y lustroso, mucho más delgado que el cordobán), son moriscas hoy mismo. Análogos bordados y taraceos solían adornar los guardamontes usados por los gauchos de la región montuosa. Aquel doble delantal de cuero crudo, que atado al arzón delantero de la montura, abríase a ambos lados, protegiendo las piernas y el cuerpo hasta el pecho, no fue sino la adaptación de las adargas moriscas, (al-darqa, escudo de cuero, de forma ovalada o acorazonada), para correr cañas, que tenían los mismos adornos y casi idénticas hechuras: pues eran tiesas en su mitad superior y flexibles por debajo para que pudieran doblarse sobre el anca del animal.

 


Así como la tradición y herencia caballeresca fueron musulmanas, la vestimenta del gaucho también lo fue por añadidura. Lo más evidente de ella son las famosas bombachas de campo (el pantalón por excelencia en todas las regiones islámicas, desde Marruecos a Pakistán) y la faja alrededor de la cintura (típica de los moriscos para esconder la gumia o el facón).

 


Por eso dice con razón Lugones: "Después notaríase que aquella rudimentaria bombacha abierta (el chiripá), facilita la monta del caballo bravío. El calzoncillo adquirió una amplitud análoga; y los flecos y randas que le daban vuelo sobre el pie, fueron la adopción de aquellos delantales de lino ojalado y encajes, con que los caballeros del siglo XVII cubrían las cañas de sus botas de campaña. Mas, para unos y otros, el origen debió ser aquella bombacha de hilo o de algodón, que a guisa de calzoncillos, precisamente, llevaron en todo tiempo los árabes (De ahí procedieron los zaragüelles, (del árabe al-darqa, escudo de cuero, de forma ovalada o acorazonada), análogos de Valencia y de Murcia, por su etimología y por su hechura (...). La camiseta abofellada, la chaqueta andaluza, el sombrero chambergo o de media copa a manera de capacho, el poncho heredado de los vegueros de Valencia, completaban aquel conjunto de soltura y flexibilidad".

Como lo hiciera Daireaux, Lugones acredita también el origen árabe del término "gaucho", en su caso derivándola de uahsh o uahshi, esto es en árabe: montaraz, bravío, arisco, huraño; asimismo, explica cómo su variación fonética alcanza a términos como huaso, guaso, guácharo, guacho, etc.

La terminología gauchesca derivada del árabe es vasta. Entre otras palabras de uso habitual: alpargata (ár.: al-bargat , "la zapatilla"), el aljibe (ár.: al-yubb , "el pozo"), la guitarra (ár.: al-qitar , "la cuerda"), la moharra (ár. mohárrib, "aguzado": la media luna de hierro con filo que se ponía en la base de las chuzas de las lanzas gauchas) y el guadal: argentinismo que se aplica al terreno que se encharca cuando llueve y que deriva del árabe uadi ("río"), término que ha originado una multitud de topónimos en el mundo hispanoamericano (Guadalquivir, Guadalajara, Guadalcanal, Guadiana, etc.).

La doctora en Filología Hispánica Dolores Oliver Pérez, profesora jubilada de Lengua y Literatura Árabes y Lengua Árabe y su Influjo en el Español, en la Universidad de Valladolid, explica en un artículo el origen de ¡Arre!, arriar, arriero, del árabe harrik, harraka, haraka, harakat, aplicable al arreo que da la idea de moverse, de movimiento, de viajero.

La cultura andaluza transportada a tierras del Plata también dejó señales en la llanura bonaerense.

 


Los pagos del Tuyú son tierra de gauchos y payadores. Las canciones cultivadas por los gauchos cantores desde fines del siglo XVIII y, sobre todo, en el siglo XIX (cifra, cielo, fandango y fandanguillo) tenían semejanza con las popularizadas en Andalucía. El flamenco no es algo extraño en aquellos pagos. La temática del flamenco tiene mucho en común con el cantar del hombre de campo bonaerense: los trabajos rurales, las penas, las desventuras, la explotación y, porque no, también las alegrías y el amor. 

 


Por esas tierras anduvo el célebre payador Santos Vega, aquél de la larga fama, el más legendario de todos los payadores. Era hijo de padres andaluces llegados de Cádiz hacia 1770.

Según la leyenda tradicional, Vega terminó cayendo derrotado nada menos que ante el Diablo (en realidad, Juan Gualberto Godoy, a quien se lo personificó con el diablo por haber logrado vencerlo).

Murió hacia 1835, en tiempos de don Juan Manuel de Rosas. Se dice también que está enterrado en un lugar impreciso del paraje Las Tijeras, en el actual partido de General Lavalle (provincia de Buenos Aires).

 


 

EL GAUCHO EN LA LITERATURA

La literatura gauchesca, género propio de la literatura latinoamericana, de la que el “Martín Fierro” es obra emblemática, tiene su origen, con casos aislados, en el siglo XVIII, estableciéndose firmemente a partir del siglo XIX.

 

-Bartolomé Hidalgo (Montevideo, 24 de agosto de 1788 - Morón, 28 de noviembre de 1822), considerado el "primer poeta gaucho", es autor de una de las obras iniciales de la literatura gauchesca, sus “Diálogos patrióticos” (1822).



-Hilario Ascasubi (Fraile Muerto, Córdoba /Argentina, 14 de enero de 1807 - Buenos Aires, 17 de noviembre de 1875) es autor de numerosas obras, entre ellas “El gaucho Jacinto Cielo” (1843); “Paulino Lucero” (1846); “Aniceto el Gallo” (1853) y “Santos Vega o los mellizos de la Flor” (1851).


-Rafael Obligado (Buenos Aires, 27 de enero de 1851 - Mendoza, 8 de marzo de 1920), autor del poema “Santos Vega”, historia en verso del payador bonaerense Santos Vega (fallecido antes de 1837), personaje central de las obras de su nombre de Hilario Ascasubi y del escritor costumbrista Eduardo Gutiérrez.

 



-Estanislao del Campo Maciel y Luna Brizuela (Buenos Aires, 7 de febrero de 1834 – Buenos Aires, 6 de noviembre de 1880) autor, entre otras obras, de "Fausto, Impresiones del gaucho Anastasio el Pollo en la representación de esta Ópera", popularmente conocida como "El Fausto de Estanislao del Campo" o "El Fausto Criollo"; inspirada en el estreno de la ópera “Fausto”, del compositor francés Charles François Gounod, en Buenos Aires; que con libreto de Michel Carrié y J. Barbier, tuviera lugar en el Teatro Colón, el 24 de agosto de 1866, al que Del Campo asistiera. El estreno, ampliamente difundido, recibió la atención de muchos, con notas y crónicas en los periódicos e, incluso, traducciones del libreto. Del Campo volcó el hecho en su poema, que se convirtió en su obra más conocida y recordada. 

 



-El escritor oriental Antonio Dionisio Lussich Griffo (Montevideo, 23 de marzo de 1848 – Montevideo, 5 de junio de 1928), en cuya obra destaca el poema “Los tres gauchos orientales” (Coloquio entre los paisanos Julián Giménez, Mauricio Baliente y José Centurión sobre la Revolución Oriental en circunstancias del desarme y pago del ejército), que Jorge Luis Borges considerara antecesor del “Martín Fierro” de José Hernández.

 



-Eduardo Gutiérrez (Buenos Aires, 15 de julio de 1851 — 2 de agosto de 1889), sobrino de Bartolomé Hidalgo; hermano de Ricardo, poeta gauchesco y prestigioso médico y cuñado de Estanislao del Campo, autor del “Fausto” criollo, seguramente recibió influencias de ellos en su formación literaria. Gutiérrez alcanzó especial popularidad con unas treinta novelas gauchescas, entre ellas "Cipriano Cielo", "Los hermanos Barrientos", "El Tigre del Quequén", "Hormiga Negra", "El matrero", "La muerte de un héroe" (1871), "Juan Cuello", "Pastor Luna", "El rastreador" (1884). Siendo la más famosa “Juan Moreira” (1879), basada en la historia de un personaje de existencia real, un gaucho que viviera en el partido bonaerense de La Matanza.

 




-Martiniano Leguizamón (Rosario del Tala, Entre Ríos, 1858 - González Catán, provincia de Buenos Aires, 1935) “El escritor de los gauchos”, cuya actividad literaria, centrada en la descripción de la vida del campo, se inscribe entre el modernismo (corriente literaria a la que adhiriera) y la literatura gauchesca. Parte de sus obras son: “Calandria” (teatro); “Recuerdos de la tierra” (relatos, 1896); “Montaraz” (novela, 1900); “Alma nativa” (poesía, 1906); “De cepa criolla” (1908); “Fiesta en la estancia” (1917) y “La cuna del gaucho” (editado póstumamente en 1935).

 



-Leopoldo Lugones (Villa de María del Río Seco, Córdoba, 13 de junio de 1874 - Tigre, Buenos Aires, 18 de febrero de 1938), autor -entre otras obras- de “La guerra gaucha” (1905).

La versión cinematográfica de “La guerra gaucha” es una película argentina que dirigiera Lucas Demare, integrando el elenco Enrique Muiño, Francisco Petrone, Ángel Magaña y Amelia Bence, entre otros.

Se estrenó en Buenos Aires, la noche del 20 de noviembre de 1942 en el cine Ambassador, de la calle Lavalle 777, siendo considerada "la película de más éxito del cine argentino, y también una de las mejores".

De tono épico, la acción se desarrolla en 1817 en la provincia de Salta (en el noroeste de la Argentina), rememorando las acciones de guerrilla de los gauchos partidarios de la independencia, bajo el mando del general Martín Güemes, contra el ejército regular realista subordinado la monarquía española.

Para la filmación se construyó una aldea en la misma zona donde se desarrollaran los acontecimientos históricos. Las escenas de conjunto contaron con la participación de unas mil personas, hecho sin precedente en el cine argentino.

Producida por Artistas Argentinos Asociados (AAA), fue su primer gran proyecto. AAA había sido fundada poco antes, el 26 de septiembre de 1941, por Enrique Muiño, Elías Alippi, Francisco Petrone, Ángel Magaña, Lucas Demare, Homero Manzi y algunos hombres de la industria cinematográfica como Enrique Faustín (h). La cooperativa de artistas, necesitó una inversión muy superior a la de otras producciones de la misma época, pero su éxito de público permitió recuperar el costo en la sala de estreno, donde permaneció diecinueve semanas.

Con esta producción el cine nacional confirmó en la época el extraordinario auge del cine argentino en las pantallas del continente, no como producto de la casualidad sino como un claro ejemplo del potencial humano de la entonces incipiente industria cinematográfica nacional.

Se puede ver cliqueando sobre la siguiente imagen del póster:



-Ricardo Güiraldes (Buenos Aires, 13 de febrero de 1886 - París, 8 de octubre de 1927), autor de “Don Segundo Sombra” (1926), considerada obra maestra de la literatura gauchesca, que muestra un personaje literario reflejando el retrato ideal y casi mítico del gaucho, con su concepto plenamente asentado de la libertad y del individualismo absoluto.

 




-El oriental Elías Regules (Montevideo, 21 marzo 1861 – Montevideo, 4 noviembre 1929), autor de numerosas obras poéticas, como “Versitos criollos” (1894); “Pasto de cuchilla” (1904); “Mi pago” (1924) y “Versos criollos” (1924); además de obras de teatro, entre ellas “El entenao" (1892) y "Los gauchitos" (1894). Regules fue muy leído entre los paisanos de las dos orillas del Plata a fines del s. XIX.

 



-José María Alonso y Trelles JarénEl Viejo Pancho”, (Ribadeo / Lugo, 7 de mayo de 1857 – Montevideo, 28 de julio de 1924), escritor y poeta gauchesco de origen gallego; habiéndose recopilado gran parte de su obra en “Paja Brava”, editado en 1915.

 

Durante el siglo XX, sobre todo en la segunda mitad, declina la literatura gauchesca (reflejada con mayor intensidad en las letras de canciones folclóricas y sobre todo en el ingenio repentista de las payadas).

También surge otro hecho novedoso: la incorporación del gaucho a la historieta: Lindor Covas (de Walter Ciocca); “Santos Leiva” (Ricardo Villagrán y Raúl Roux); “El Huinca” y “Fabián Leyes” (Enrique José Rapela); “El cabo Savino” (Carlos "Chingolo" Casalla); con personajes gauchos de existencia idealizada, continuadores de la narrativa visual de las viñetas que ya terminando el siglo XIX y a principios del siglo XX realizaba el dibujante gallego radicado en Buenos Aires José María Cao Luaces (Cervo /Lugo, 13 de diciembre de 1862 - Lanús, Buenos Aires, 27 de enero de 1918).

También cabe tener en cuenta las pinturas de Florencio de los Ángeles Molina Campos (Buenos Aires, 21 de agosto de 1891 – Buenos Aires, 16 de noviembre de 1959) quien, con gracia y estilo propios, presentara al gaucho pampeano y a las escenas de su vida en un marco de humor melancólico, con la ingenuidad y espontaneidad del naíf en la expresionista visión del artista.

 



Su obra se popularizó en los célebres almanaques de Alpargatas, cuya primera tirada, encargada por la conocida empresa, apareciera en 1931. Estos almanaques continuaron hasta 1936 y, posteriormente, en la segunda etapa, se imprimieron desde 1940 hasta 1944, siendo adoptados inmediatamente por el público, especialmente el de los pueblos de campo y zonas rurales; siendo sus láminas objeto de colección. 

 

 

DÍA NACIONAL DEL GAUCHO

Cada 6 de diciembre se celebra el Día Nacional del Gaucho, recordando la fecha en la que fuera publicada la primera edición de la obra “El gaucho Martín Fierro”, de José Hernández; poema narrativo escrito en verso obra máxima de la literatura gauchesca y símbolo emblemático del género en Argentina, Uruguay y Rio Grande do Sul (también en Paraná y en Santa Catarina / Brasil), cuyos habitantes se auto identifican con el término gaúcho.

 


En efecto, el 6 de diciembre de 1872 apareció la primera edición de "El Gaucho Martín Fierro", con el agregado de “…una interesante memoria sobre el camino transandino”, realizada en la Imprenta de la Pampa, situada entonces en la calle Victoria (actual Hipólito Yrigoyen) 79, Buenos Aires.

 

La Ley nacional 24303, sancionada por el Congreso Nacional el 15 de diciembre de 1993, promulgada el 30 de diciembre del mismo año y publicada en el Boletín Oficial del 10 de enero de 1994, declaró oficialmente dicha fecha como “Día Nacional del Gaucho”.

 

 

AUDIO: CANTO AL GAUCHO

Los payadores orientales Waldemar Lagos y Juan Carlos Bares, "El Indio" cantan al gaucho, en  esta versión realizada en conjunto.

Waldemar Lagos nació en Libertad, departamento San José (R.O.U) el 10 de diciembre de 1935. Falleció en Buenos Aires el 10 de mayo de 1999.

Juan Carlos Bares, “El Indio”, nació en Cerros de San Juan, departamento Colonia (R.O.U.), el 11 de marzo de 1930; falleció en San Vicente, prov. de Buenos Aires, el 23 de junio de 1999.

Se puede escuchar cliqueando sobre la imagen siguiente:


 

 

  © Enrique F. Widmann-Miguel (IberInfo-Buenos Aires)

 

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