FEDERICO GARCÍA LORCA EN CUBA

Entre el 7 de marzo de 1930 y el 12 de junio de ese año, Federico García Lorca estuvo en Cuba.
Arribó a La Habana el 7 de marzo de 1930, a bordo del vapor de bandera estadounidense “Cuba”, que entonces hacía la carrera Tampa-Key West (Florida-EE. UU.)-La Habana (Cuba), en el que había embarcado en Tampa (FL), hasta donde llegara viajando en tren desde Nueva York
(1). Llegaba invitado por la Sociedad Hispano-cubana de Cultura, que presidía entonces Fernando Ortiz(2)
, prestigioso intelectual isleño, con el fin de dictar conferencias.  

FEDERICO GARCÍA LORCA LLEGA A LA HABANA
A su arribo a La Habana, García Lorca fue recibido por el erudito cubano doctor José María Chacón y Calvo –su gran valedor para su llegada a la Isla Grande del Caribe- y otras figuras relevantes de la cultura cubana, entre ellos el joven poeta Juan Marinello, el profesor Féliz Lizaso, además del guatemalteco Luis Cardoza y Aragón quién, proveniente de París, había llegado a La Habana el año anterior, como cónsul general de Guatemala en Cuba e inmediatamente se había integrado al ambiente intelectual de la Isla, con el nombrado Marinello, Jorge Mañach, Fernando Ortiz, Francisco Ichaso Macías, Alejo Carpentier y otros.

Compartió tiempo, actividades y salidas con estos amigos y otros, como los hermanos Flor y Carlos Manuel Loynaz, José Antonio Fernández de Castro, Emilio Roig, Nicolás Guillén y José Zacarías Tallet y con los por entonces jóvenes escritores, que disfrutaban al escucharlo recitar sus poemas, como José Lezama Lima, Raúl Roa y José Antonio Portuondo quienes, con el tiempo, recordaban sobre todo su visita a la Universidad, a la que asistiera invitado por el profesor Roberto Agramonte.



LA CASA DE LOS LOYNAZ

Gran parte de las tardes de sus días habaneros, las pasó en la casa de los Loynaz, en la calle Calzada, ahora nro. 1105, entre 14 y 16 (cerca del final de dicha calle en la Avda. del Malecón, frente al Torreón de la Chorrera, donde el río Almendares llega al mar), en el Vedado. El terreno atraviesa la manzana –que es la misma en la que se encuentra la Iglesia del Carmelo, en Línea y 16-, con puerta también a la siguiente calle paralela, la de Línea 1104 /1106, a unas cinco cuadras del Centro de Estudios Martianos (en Calzada y 4) donde puede que aún se conserve un cartel anunciando un homenaje a Federico García Lorca (“En un coche de agua negra: encuentro del poeta y la ciudad”). Tertulias habaneras con música y prolongadas charlas sobre literatura.

En cartas a sus padres decía: “…Esta isla es un paraíso. Cuba. Si me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba” y  “No olvidéis que en América ser poeta es algo más que ser príncipe”.

Estuvo en contacto con Dulce María Loynaz (María Mercedes Loynaz y Muñoz), aunque el sentimiento de empatía fue mayor con sus hermanos Flor (también poetisa) y Carlos Manuel Loynaz (con mayor tendencia hacia la música), a quien regalara el manuscrito de la primera versión de “El público”.

Todavía Cuba estaba bajo administración de España, cuando el alemán Augusto Grupe Vogt adquirió la propiedad de la mayor parte de la manzana delimitada por las calles Calzada, 16, 14 y Línea, en el Vedado. Fue  Grupe quien hizo construir esta casa, en el año 1878. De ahí que se conociera popularmente como la “Casa del alemán”.

Años más tarde fue la vivienda del matrimonio integrado por doña María de las Mercedes Muñoz Sañudo y Enrique Loynaz del Castillo, Mayor General de la Guerra de Independencia, padre de la renombrada escritora y poetisa Dulce María Loynaz, quien vivió allí y también lo hicieron sus hermanos Flor, Enrique y Carlos Manuel. Allí se festejaron los 15 años de la renombrada escritora, en 1917.

Don Eusebio Leal Sprengler, gran investigador e historiador habanero, que tenía relación de amistad con Dulce María Loynaz, recordaba que en el mítico jardín de esa casa el célebre pintor Guillermo Collazo realizó “La siesta”, uno de sus más bellos lienzos.


LOS HOTELES EN LA HABANA

Si bien Federico García Lorca compartió con los Loynaz y otros amigos muchas tardes en la casona de Calzada, durante sus días en La Habana, se alojó –desde el mismo 7 de marzo, cuando llegara, haciéndolo durante casi tres meses- en el hoy inexistente hotel “La Unión”, en la calle Cuba (entonces nro. 55), esquina a Amargura, en pleno centro de La Habana vieja, edificio que hoy existe, aunque ya no como hotel, frente a la Iglesia de San Francisco de Asis o San Francisco el Nuevo (antes de San Agustín). Posteriormente, durante los últimos días, lo hizo en el “Hotel Detroit”, más modesto que, según referencias, estaba en la calle Águila, entre Reina (ahora Avda. Bolívar) y Dragones, frente al actual Parque El Curita (entonces Plaza del Vapor), en la zona del Barrio Chino habanero; que fuera su última residencia en la capital de Cuba.



SUS DÍAS EN LA CAPITAL DE CUBA

Guanabacoa, Regla, Guanajay y Santa María del Rosario fueron algunos de los alrededores de la ciudad a los que llegara Federico. Aunque volcaba su preferencia hacia Marianao pues, como recordaba Nicolás Guillén, “…le gustaba irse en las noches a las ‘fritas’, a los cafetines de Marianao, donde ya está el Chori(3), y allí se hizo amigo de treseros y bongoseros”.

La denominación “fritas”, aplicable a la música de aquella zona de cabarets, nació las inmediaciones de playa La Concha, de Miramar, frente al parque de diversiones Coney Island (donde ahora está el Parque Isla del Coco); allí estaban instalados los timbiriches o pequeños puestos de madera que ofrecían fritas cubanas (carne molida y sazonada de cerdo y de res (vacuna), algo así como hamburguesas, pero a lo cubano, acompañadas con papas cortadas a la juliana fritas; además de  tortillas, croquetas y platillos a base de pescado y fiambres. De ahí deriva la denominación de “música de fritas”, que solía darle el musicólogo Adolfo Salazar Castro (Madrid, 6 de marzo de 1890-Ciudad de México, 27 de septiembre de 1958), amigo de García Lorca desde los tiempos de la Residencia de Estudiantes, en Madrid.



CHAMPOLA DE GUANÁBANA EN “EL ANON” DE VIRTUDES(4)

Al tiempo de su visita a La Habana, en la calle Consulado 302, esquina a  Virtudes aún estaba activo el Teatro Alhambra, inaugurado en septiembre de 1890, en tiempos de la administración española, que fuera clausurado tras el derrumbe parcial de su techo el 18 de febrero de 1935. Frente al teatro estaba la cafetería “El Anon”, cuyo café nada tenía de especial, pero si destacaban sus helados artesanales de frutas y sus refrescos batidos. Fue allí que Federico conoció y saboreó una champola de guanábana, diciendo luego que “...no hay refresco en todo el mundo que tenga nombre más eufónico, musical y altisonante, ni que sepa mejor”.


 

EL “DOS HERMANOS(5)
El bar y restaurant “Dos Hermanos” fue otro de los lugares que visitara Federico García Lorca, en La Habana.
Había abierto sus puertas antes del nacimiento del poeta, en tiempos en que Cuba estaba bajo la administración española, en el año 1894.
Establecido en la Avenida del Puerto (calle San Pedro), esquina a Sol), en una zona imperdible de La Habana vieja, a menos de cien metros de la Catedral ortodoxa de Nuestra Señora de Kazán, a una distancia similar del muelle de las lanchas a Regla y Casablanca, prácticamente frente al Museo del Ron, entre otros puntos de referencia.

Que en el “Dos Hermanos” estuvo García Lorca (y también lo hicieron otras personalidades), lo confirma la leyenda de la placa con fondo color azul, emplazada hacia el centro de la fachada del local gastronómico, por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.



LA NOCHE HABANERA

Federico vivía la noche habanera intensamente. Con su compatriota Adolfo Salazar, muchas de ellas terminaban en las referidas “fritas” de Marianao, en modestos cabarets, casi marginales, donde se hizo de amigos; en la época en que el son santiaguero, llegado desde Oriente, comenzaba a hacer furor en La Habana, llegando a desplazar al jazz en las preferencias del público.

Lorca llegó a ser un excelente conocedor de sones y soneros. En las “fritas” escuchaba con mucha atención la música que se interpretaba y luego, con timidez,  pedía  a los músicos que tocaran uno u otro son. Probaba las claves; como había tomado el ritmo –haciéndolo bien-, los soneros expresaban cumplidos y, ya en confianza, llegaba a sumarse al grupo, haciendo a plena voz el rol de solista.

Las experiencias de Marianao fueron influencia no solo para el “Son de negros en Cuba”, sino que parecen haber sido decisivas en su “teoría del duende” en la “versión revisada de ‘La arquitectura del cante jondo’ ”, leída el 6 de abril de 1930 en La Habana; que, prevista en principios  para el 26 de marzo, se aplazó al día 6 de abril y sobre ella escribiría a sus padres en una carta, contando que “Mis conferencias se están desarrollando con un éxito muy grande para mí. Mañana doy la del cante jondo con ilustraciones de discos de gramófono…” agregando “Yo he escrito una nueva conferencia sobre este tema que creo que es muy sugestiva y muy polémica”. Esta exposición era una actualización de la que ya pronunciara años antes sobre el cante jondo, añadiendo un completo esbozo sobre su teoría del duende, reuniendo sus  visiones sobre lo gitano y lo negro.


EL SON Y CUBA DESDE LA HABANA A ORIENTE

El son se incorporó a Federico y, junto a Salazar, lo llevaron a España. Años más tarde diría Adolfo Salazar que “Federico y yo llevamos en el Manuel Arnús los primeros sones que en Granada y Madrid golpearon sus claves y rechinaron sus güiros y exhalaron sus gritos roncos de marimbas y bongoes salpicados por la lluvia de maracas”.

Federico disfrutaba Cuba, tras haber residido un período en los Estados Unidos. Se encontraba mejor en el marco hispánico de Cuba, en el extremo norte de la América hispana.

El historiador y ensayista Emilio Roig de Leuchsenring (La Habana, 23 de agosto de 1889 – ib. 8 de agosto de 1964) escribió que tras cerca de un mes de estancia en Cuba, Federico estaba completamente “aplatanado”, vale decir, adaptado a Cuba y disfrutando de ella, como un cubano más. (“Federico García Lorca, poeta ipotrocasmo” Emilio Roig de Leuchsenring, revista ‘Carteles’, La Habana, 27 de abril de 1930).

Recorrió la Isla Grande desde La Habana hasta Oriente. Estuvo en Sagua la Grande y Caibarien, Cienfuegos. Arribó a Santiago de las Vegas, en el municipio habanero de Boyeros,  invitado por la Asociación Cultural Euterpe, presidida por el dramaturgo Marcelo Salina. Visitó Varadero, el Valle de Viñales, el Valle de Yumurí –extasiándose con la belleza del paisaje- y a fines del mes de mayo de 1930 llegó a Santiago de Cuba, hospedándose en el Hotel Venus, cerca del centro de la gran ciudad de Oriente, donde pronunció su conferencia "Mecánica de la nueva poesía", ante numeroso público. Santiago,  ciudad a la que cantara en “Son de negros”:


"Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba,

iré a Santiago

en un coche de agua negra.

Iré a Santiago.

Cantarán los techos de palmera.

iré a Santiago.

Cuando la palma quiere ser cigüeña,

Iré a Santiago…"


El 12 de junio de 1930 pasó García Lorca sus últimas horas en La Habana. Flor Loynaz, Federico y Adolfo Salazar Castro almorzaron juntos en el modesto restaurante instalado en el sótano del Hotel Detroit

Luego, en su automóvil,  Flor Loynaz, trasladó a Federico y a Salazar desde el hotel, frente a la Plaza del Vapor, hasta el puerto habanero. Allí se encontraron con Cardoza y Aragón y otros amigos que fueron a despedirlos. “Aquí he pasado los mejores días de mi vida”, dijo Lorca a Juan Marinello, poco antes de embarcar en el “Manuel Arnús”, de la Compañía Transatlántica Española para su retorno a España, ese 12 de junio de 1930.

 

REFERENCIAS:


(1)    Artículo “El brisote de ayer causó peligros y molestias en el tráfico marítimo”, ver subtítulos “Barcos llegados ayer” y “Los que llegaron en el ‘Cuba’ ” –en el “Diario de la Marina”, La Habana, 8 de marzo de 1930, página 24).


(2)    Fernando Ortiz Fernández, nacido en La Habana el 16 de julio de 1881, es llamado el Tercer Descubridor de Cuba; pero, verdaderamente es el primer descubridor de la cultura cubana. Doctor en Derecho, criminólogo y docente universitario, fue representante a la Cámara en el Partido Liberal. Antropólogo, jurista, arqueólogo y periodista, estudioso de las raíces histórico-culturales afrocubanas.

Su meta fue abarcar el sentido cabal de lo cubano como crisol de África, Europa y Asia. Para enfrentar tal empresa Ortiz se hizo etnógrafo, etnólogo, lingüista, sociólogo, etnomusicólogo. Presidió la Institución hispano-cubana de Cultura; integró la dirección de la Sociedad Económica de Amigos del País, ejerciendo la presidencia de la Sección de Educación de la misma;  fue presidente de la Sociedad de Folklore Cubano. Creó y dirigió el Instituto Internacional de Estudios Afrocubanos; además de presidir el Instituto Cultural Cubano - Soviético.

Fue gestor de importantes revistas de su época, entre estas, “Estudios Afrocubanos”, “Surcos”, “Bimestre Cubana” (de la Sociedad Económica de Amigos del País) y “Ultra”.

Su posición antirracista y la defensa de la causa del pueblo de origen afro, así como su reivindicación de la herencia indigenista, sitúan a Ortiz como un decidido sostenedor de tales principios en Cuba; como se aprecia en su obra “El engaño de las razas”, compuesto principalmente con los materiales de su autor para las lecciones que diera durante el curso de 1944 en el Instituto Universitario de Investigaciones Científicas y Ampliación de Estudios, de La Habana; siendo publicado en 1946.

Falleció en La Habana, el 10 de abril de 1969.

Lorca dedicó a Ortiz su poema con referencias expresas a Cuba y, sobre todo, a su música: el “Son de negros en Cuba”.

En el marco del 138º aniversario de su natalicio, la obra de Fernando Ortiz fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación, por decreto oficial que consagra el compromiso del Estado y sus instituciones con su custodia, preservación y, de manera muy especial, su promoción y difusión entre las actuales y venideras generaciones. Gladys Collazo, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, hizo pública dicha declaración, en la ceremonia realizada el martes 16 de julio de 2019 en el aula magna del Colegio Universitario San Gerónimo de la Universidad de La Habana, en el centro histórico de La Habana.


(3)    ‘El Chori’ fue un famoso tamborero y showman afro-cubano, de nombre Silvano Shueng Hechevarría, originario de Santiago de Cuba, donde naciera en el año 1900. Vivió en su época el intenso ambiente de la Playa de Marianao, sus puestos de frituras, los bares y los clubes nocturnos. 

Trabajó en ‘El Ranchito’ con Sabino Peñalver, contrabajista del Conjunto de Félix Chappottín; luego, en cabarets como el ‘Pennsylvania’; ‘El Niche’; ‘El Paraíso’; ‘La Taberna de Pedro’; ‘Mi  bohío’, recalando finalmente en ‘Los Tres Hermanos’ hasta donde llegaba público de distintas procedencias y diversos sectores, para ver su show de características únicas. Admirado e imitado, terminó sus días en un cuarto que alquilaba en un solar de la calle Egido 723, donde falleciera en 1974.


(4)    La guanábana (denominación de origen taíno, pueblo originario de Cuba) es el fruto de un árbol pequeño, de la familia Annonaceae, muy extendida en todo el Caribe.

La champola de guanábana es un licuado o batido cuyos componentes básicos son la masa (pulpa, sin semillas) de la guanábana (Annona muricata) y leche condensada o evaporada.

La guanábana, de la familia de las ananáceas, es  un fruto propio del área del Caribe; como lo son también otros de la misma familia, como el anón (Annona squamosa) y la chirimoya (Annona cherimola).

Con las frutas tropicales de esta familia se puede preparar el refresco que se conoce como ‘champola’; siendo la guanábana la preferida. De ahí que la champola de guanábana no es un refresco natural exclusivo de La Habana y extensivamente de Cuba, sino que también se lo conoce en otras islas de la región, como en la República Dominicana y Puerto Rico.


(5)    El bar y restaurante “Dos Hermanos” que, hasta hoy sigue en actividad en la Avenida del Puerto 304 (calle San Pedro, esquina a Sol) fue otro de los lugares visitados por Federico García Lorca; rodeado de emblemáticos edificios e instalaciones, como la Catedral Nuestra Señora de Kazán, el hermoso templo ortodoxo de la capital cubana; La Plaza de San Francisco de Asís; la actual Terminal de Cruceros; la Alameda e Iglesia de Paula; frente al museo del Ron; el Hotel Armadores de Santander; el parque Aracelio Iglesias; el paseo marítimo flotante; el muelle de las lanchas de Regla y Casablanca.

La vieja fonda de marineros “Dos Hermanos” surgió frente a la verja de la Machina, la vieja torre grúa que se utilizaba para arbolar los bajeles construidos por el Real Arsenal y astillero en el puerto de La Habana, en tiempos de la administración española. En 1884 la fonda fue adquirida por Felipe González, quien la convirtió en un prestigioso restaurante de fines del siglo XIX, con fama por sus sabrosos mariscos y pescados y buenos vinos.

Que en el “Dos Hermanos” estuvo García Lorca (y también otras destacadas personalidades), lo confirma la leyenda de la placa de marco claro y fondo oscuro, emplazada hacia el centro de la fachada del local gastronómico,  por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, cuya leyenda dice “1884 – Restaurante Dos Hermanos. Aquí han levantado sus copas por la amistad y la alegría de vivir Federico García Lorca, Alejo Carpentier, Enrique Serpa, Marlon Blando, Errol Flynn, Ernest Hemingway, entre otros artistas e intelectuales de Cuba y el mundo”.

 

© Enrique F. Widmann-Miguel /IberInfo-Buenos Aires



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