FLORIDA (BUENOS AIRES-ARGENTINA), 1968. DOS CHICOS ASESINADOS Y OTRA OSCURA HISTORIA CRIMINAL

La tarde del 26 de enero de 1968 era muy calurosa, pleno verano en el hemisferio sur. Dos adolescentes se encontraban, como habitualmente lo hacían ellos y sus amigos, a la sombra de los árboles ubicados a los costados del terraplén de la Panamericana que, por entonces, estaba cubierto de pastos regularmente cortados, algunas coníferas, arbustos y sendero peatonal bien marcado con cercas bajas de troncos de palmeras que los chicos y otras personas utilizaban para sentarse. El lugar está a la altura de la calle Urquiza (dos cuadras hacia el sur de la Avda. San Martín) y su intersección con la calle Blas Parera, en la localidad de Florida, partido bonaerense de Vicente López.

 

Esa tarde agobiante, dos chicos del barrio que allí estaban, inexplicablemente fueron sorprendidos al ser baleados reiteradamente, sin voz ni aviso previo, por varios sujetos que llegaron en un automóvil. Posteriormente serían identificados como policías de la jurisdicción (Comisaría de Florida, Vicente López 2° sección, situada a unos 300 metros del lugar del hecho, sobre la Av. San Martín, al otro lado de la Autopista Panamericana).


Carlos Alberto Rodríguez Fontán (de 16 años) y Luis Alberto Seijo (15 años), fueron los objetivos y las víctimas. Dos jóvenes que por entonces entraban en la adolescencia,

Con heridas mortales alcanzaron apenas a llegar a sus casas, sobre la calle Urquiza a metros de donde estaban, para caer desplomados; falleciendo posteriormente, pese al rápido traslado para que recibieran asistencia médica hospitalaria.

Las increíbles declaraciones de los policías intentaron explicar que los habían confundido con maleantes que estaban buscando y dispararon contra ellos. En esos días, se buscaba a un malhechor prófugo, de apellido Viviani, cuyas características físicas y fisonómicas no eran la de ninguno de los chicos asesinados que, además, tampoco hicieron disparos de armas.

Fueron imputados los policías Ediz René Araujo, Luis Alberto Zochi y Pedro Niz quienes, en pocos días fueron puestos en libertad.

Una serie de contradicciones en los informes médicos y policiales llevaron el caso a un interminable y polémico proceso, que solo inicialmente tuvo eco en los medios de comunicación.

Julio Héctor Lagos, entonces prestigioso periodista, locutor de radio y presentador de TV, entrevistó a la señora Celia L. P. Alagón de Rodríguez Fontán (madre de Carlos Alberto Rodríguez Fontán) tras el fallo de la Cámara Penal de La Plata que hiciera posible la libertad de los “policías” imputados. Se puede escuchar el registro de audio a través del siguiente enlace:

 

En febrero de 1982 el Juez en lo Penal provincial interviniente, Dr. Galmaroni, condenaba a cuatro policías bonaerenses: Juan José Muñoz (entones de 43 años); Ediz René Araujo (de 50 años); Luis Alberto Zochi (de 39 años) y José Gervasio Llesi (de 36 años) imponiéndoles penas de prisión: 7 años, a Muñoz); 15 años, a Araujo; 13 años, a Zochi y 6 años a Llesi, en orden a sus respectivas participaciones criminales en el secuestro del obrero metalúrgico Felipe Vallese (agosto de 1962), en los homicidios de Carlos Alberto Rodríguez Fontán y Luis Alberto Seijo y un tercer hecho de privación ilegal de la libertad y robo calificado. Por la desaparición de Vallese, la pena recayó en Ediz Rene Araujo y Juan José Muñoz; por el doble homicidio perpetrado en Florida, fueron condenados en primera instancia Ediz René Araujo y Luis Alberto Zochi. El restante, Llesi, fue condenado por el hecho de privación ilegal de la libertad y robo calificado

Poco después, en  el mes de marzo, la Cámara segunda del Crimen (del departamento judicial La Plata), revocaba el fallo del juez Galmaroni.

Un elemento de interés, comentando entonces, fue que el defensor de los sujetos sometidos a proceso y condenados en primera instancia, fue el Dr. Morrone, quien había sido secretario del vocal camarista Dr. Pereyra, siendo éste juez de grado inferior.

Los hechos de éstas características no eran frecuentes hasta entonces.

Comenzaron a serlo tras el quiebre constitucional que encabezara el dictador Juan Carlos Onganía (la llamada ‘revolución argentina’), imponiendo el gobierno de facto de la Nación a partir del 29 de junio de 1966, tras destituir al Presidente constitucional Dr. Arturo Illía.

Habiendo transcurrido poco menos de 2 años de ese golpe de Estado y a más de 25 años antes de que se acuñara el término “gatillo fácil”, Rodolfo Walsh ya hablaba de “gatillo alegre”, con relación a los hechos de éstas características.

 

Lo hacía en su artículo “La secta del gatillo alegre”, referido al accionar y a las prácticas policiales, publicado en el boletín periódico “CGT-Órgano Oficial de la Confederación General del Trabajo”, edición nº 2, de 9 de mayo de 1968, página 4, en cuyo subtítulo 4. “Gatillo alegre”, reseñando algunos hechos contemporáneos de éstas características, recordaba que:

…Si el manejo de la ametralladora resulta muy preciso por parte de los hombres de San Justo, deja bastante que desear en otros lugares de la provincia.

El 13 de septiembre de 1967, por ejemplo, al agente Serafín Borda de la primera de Lomas de Zamora se le escapaba una ráfaga que dio muerte a María Luisa Rodríguez de Wingandt, cuya única culpa fue pasar a su lado.

Dos días más tarde el agente caminero Gernetti persiguiendo por la ruta 2 a un automóvil que marchaba a velocidad excesiva, hizo un disparo de ‘advertencia’. La advertencia entró por la espalda del ingeniero Luis Augusto Galli, profesor universitario.

Por la misma fecha los cabos Páez y Blas, de Lomas del Mirador, metralleta en mano, obligaban a arrodillarse en la vereda a dos peatones. Cuando la madre de uno de ellos, Rosa Grande de Dante, quiso intervenir, se ‘escapó’ una ráfaga que la hirió de gravedad. ‘Un episodio que no resiste al análisis desde ningún punto de vista’, editorializó La Nación.

El 29 de enero de este año un forcejeo entre el agente Ayala, de Olivos, y un presunto delincuente juvenil motivó que se ‘escapara’ otra ráfaga, que hirió al transeúnte Carlos Romero, de 16 años.

De ‘penoso’ calificaron los diarios el hecho en que el oficial Gardelín, que al parecer buscaba un delincuente, ametralló de noche una casa de Lomas de Zamora. Detrás de la puerta recibió la ráfaga una mujer embarazada: María Elena Dama.

Otro disparo de ‘advertencia’ efectuado por el vigilante Díaz Berastegui al intervenir en una riña familiar en González Chávez puso fin, el 25 de abril, a la vida de Felipe Belén.

Para entonces ya se había producido el hecho cumbre en esta cadena de episodios: el ametrallamiento en Florida de los menores Seijo y Rodríguez Fontán, por una patrulla que encabezaba el oficial Araujo, ya procesado por su intervención en el asesinato de Felipe Vallese.

A primera vista, un torpe accidente más. ¿Lo es realmente?...

 

 

EN MEMORIA:

La señora Alagón de Rodríguez Fontán escribió poesías en memoria de su hijo, reunidas en el libro “Carlos Alberto” (Sociedad Impresora Americana, Buenos Aires-Parque Patricios, 1970).

 

En lo alto del terraplén de la Panamericana, entre ésta y la calle lateral Blas Parera, a la altura del lugar donde fuera perpetrado el hecho criminal, allegados, conocidos, y vecinos de los chicos asesinados emplazaron un modesto homenaje material, en el que una placa recordaba el hecho en su leyenda.

Con el encajonamiento de la Panamericana (1994/1996) para ceder el “negocio” de la explotación de la autovía a Autopistas del Sol, las “privatizaciones” y el “progreso” (de la mano de la beneficiaría), se llevaron puestos el recordatorio, con las placa y señales que recordaban lo sucedido.

Otro “aporte” más para el olvido.

© Enrique F. Widmann-Miguel/IberInfo-Buenos Aires

 

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